Tras la muerte del papa Francisco el pasado 21 de abril, sus restos reposan en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, siendo el primer pontífice enterrado fuera del Vaticano desde 1903. Con esto se inicia formalmente el proceso para elegir a su sucesor. El cónclave, compuesto por 135 cardenales —la mayoría nombrados por Francisco— se celebrará entre 15 y 20 días después del fallecimiento, tras el período de duelo conocido como los Novendiales.
Este cónclave será inédito por su diversidad global, reflejo de una Iglesia más abierta y representativa, gracias a los nombramientos de Francisco de cardenales de regiones históricamente marginadas como Birmania o Marruecos. No obstante, Europa sigue siendo la región con mayor representación.
Aunque muchos de los cardenales electores fueron designados por Francisco, esto no garantiza que el próximo papa continúe su línea reformista. El Colegio Cardenalicio busca un perfil conciliador que pueda unir las diferentes corrientes internas: conservadores, moderados y progresistas.
Entre los nombres que suenan están Pietro Parolin (Italia), Robert Prevost (EE. UU.), Mario Grech (Malta), Jean-Claude Hollerich (Luxemburgo), Cristóbal López Romero (España/África), y Matteo Zuppi (Italia), entre otros. También figuran figuras conservadoras como Gerhard Müller o Robert Sarah, aunque con menos posibilidades reales.
Mientras tanto, las congregaciones generales siguen desarrollándose en Roma, en las que los cardenales intercambian ideas y visiones antes de entrar en la Capilla Sixtina para la elección. Se espera que, como en 2013, un discurso clave pueda inclinar la balanza, tal como ocurrió con Jorge Mario Bergoglio antes de convertirse en Francisco.




