Mientras la guerra de Ucrania se prolonga y en el Medio Oriente se observan realineamientos geopolíticos que preanuncian el fin de un ciclo en una región donde confrontan las pasiones religiosas y los intereses petroleros, resulta conveniente observar el desarrollo de la agenda política norteamericana.
Sin duda, el campo estratégico global no es ajeno a la política interna americana y, en particular, a la capacidad del gobierno de Joe Biden de hacer frente a los desafíos internos provenientes del trumpismo.
Algunos observadores destacan que la convocatoria judicial al ex-presidente en los Tribunales de Nueva York, relacionada con el pago de favores a una star de la pornografía con fondos de la campaña electoral, puede reinstalar el viejo tema de la violencia asociada a la fractura interna de la sociedad americana.
Esa conjetura también señala que la causa podría favorecer el camino de regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Desde esa perspectiva, el diseño de la política exterior del presidente Biden podría verse debilitado, particularmente la cuantiosa ayuda a Ucrania y el compromiso con Taiwán.
Este nuevo acto de la tragedia trumpista se suma al asalto al Capitolio, un capítulo no cerrado, que sin duda impacta sobre la capacidad de maniobra global de Washington en circunstancias singulares: una guerra en Europa, gestionada por la OTAN, que enfrenta a una alianza objetiva entre Rusia y China, “una amistad sin límites” en palabras del presidente Xi.
Luego de la presentación judicial y del discurso pronunciado en su bunker de Mar a Lago, queda claro que Trump repite una actuación ya probada: constituirse en víctima. Providencialmente, mientras también gana tiempo. Una reflexión “post-trumpista” viene ganando espacio entre los líderes de su partido en base a un objetivo: desmantelar la “herencia de Trump” para hacer competitivo al Partido Republicano en base a un nuevo discurso, alejado de los humores y caprichos de un personaje.
Desde el año 2019, en la Fundación Edmund Burke se viene trabajando en una nueva teorización Nacional Conservadora -“Nat Cons”- que también suma al Claremont Institute. El objetivo buscado es la superación del viejo establishment republicano y del personalismo excluyente de Trump.
La síntesis de este pensamiento, presentada en 2022 en Miami con la presencia del gobernador de Florida, el republicano Ron De Santis, incluye algunas semejanzas con la nueva derecha europea, simbolizada por Orbán en Hungría; la crítica a la democracia liberal; la apelación a la dimensión religiosa; el rechazo a la “globalización neo-liberal” porque habría beneficiado a China; la cercanía con el supremacismo blanco e incluye contenidos anti-islámicos.
Mientras el proceso a Trump ocupa un lugar central, sus competidores internos quedan paralizados. El gobernador De Santis y N. Halley (ex-gobernadora y embajadora) no están en condiciones de abandonarlo, tampoco pueden hacer política levantando nuevas banderas y así es Trump quien se enfrenta con los Demócratas, no ellos.




