El municipio de Toro se despertó con el pecho abierto. No por el frío de la madrugada, ni por el silencio de la montaña, sino por el eco de tres disparos que rompieron la calma de una vereda en la zona alta. Jhon Díaz, joven, con familia en Palmira, cayó, inerte y gelido en ese rincón del norte del Valle.
No hubo testigos que pudieran detener el horror, solo los disparos, el cuerpo tendido, la noticia que viajó rápido, como si el dolor tuviera alas. En Palmira, el golpe fue seco. Familiares, amigos, conocidos, todos recibieron la noticia como una piedra en el estómago. Jhon no era un nombre cualquiera, era alguien amado, era parte de sus conversaciones, de recuerdos, de afectos que ahora se rompen.
Investigación
Las autoridades llegaron después. Con cintas, con libretas, con protocolos. Dijeron que investigan, que buscan pistas, que no hay capturas. Pero el vacío ya está hecho. Y en Toro, como en Palmira, se siente. En las esquinas, en los abrazos que no alcanzan, en las preguntas que nadie responde.
Presuntamente fueron tres balas en el pecho. Como si el cuerpo fuera un mensaje violento. El cuerpo fue llevado a Medicina Legal. Un trámite más. Un paso necesario. Pero para los que lo amaban, Jhon ya no está y eso no se archiva, no se firma, no se procesa.




