A pocas semanas de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) que se celebrará en Belém, Brasil, la comunidad científica y ambiental mundial ha lanzado una advertencia contundente: las promesas climáticas no se están cumpliendo.
Los informes más recientes muestran que las emisiones globales de gases de efecto invernadero han alcanzado niveles récord, mientras los fenómenos extremos —olas de calor, incendios forestales, inundaciones y huracanes— se intensifican en todos los continentes.
Expertos señalan que la COP30 debe marcar un punto de inflexión hacia políticas concretas: reducción acelerada del uso de combustibles fósiles, transición energética equitativa y protección de ecosistemas críticos como la Amazonía y los océanos.
Varios países del hemisferio sur, entre ellos Brasil, Colombia, Indonesia y Sudáfrica, han planteado la necesidad de nuevos fondos climáticos que garanticen justicia ambiental y apoyo a las naciones más vulnerables. Las negociaciones prometen ser tensas, especialmente frente a las presiones de las grandes economías que aún dependen de los combustibles fósiles.
El llamado global es claro: pasar del discurso a la acción. Los resultados de esta cumbre podrían definir la capacidad del planeta para mantenerse dentro del límite de 1,5 °C de aumento de temperatura en las próximas décadas, objetivo clave para evitar un colapso climático irreversible.




