El ‘Monstruo de Monserrate’: la historia del asesino que estremeció a Colombia

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A finales del 25 de noviembre de 2015, un hombre llegó al CAI de Monserrate para alertar que, en una zona boscosa del cerro, de un cambuche se desprendía un olor fétido. Al llegar al sitio, las autoridades hallaron un cambuche de madera rodeado de basura y escombros. Allí, justo al costado, dos hogueras, lo que parecían cuerpos humanos semienterrados. Era el inicio de una pesadilla para Bogotá.

En ese cambuche, contiguo al punto del hallazgo, se estableció que vivía Fredy Armando Valencia Vargas (‘El Monstruo de Monserrate’). Durante la investigación, vecinos relataron que Valencia solía llevar al lugar mujeres provenientes de zonas como el Bronx; les ofrecía drogas, comida y refugio; pero si se resistían a sus pretensiones sexuales, las asesinaba y las enterraba allí mismo.

En el lugar fueron hallados 11 cuerpos, aunque se contaron en total ocho fosas con restos óseos de todos entre 2012 y 2014.

Seis de las víctimas del ‘Monstruo de Monserrate’ fueron identificadas: Lorena Orrego Portillo, Sonia Yacely Martínez, Indira Sandra Cely Acosta Ramírez, Adriana Patricia Porras Cruz, Leidy Paola Perilla Benítez. Dos cuerpos más permanecen sin identificar.

Los informes de necropsia mostraron que todas murieron de forma violenta y que se trató de homicidios con signos de estrangulamiento.

La vida de Valencia Vargas

Fredy Armando Valencia Vargas, conocido como el ‘Monstruo de Monserrate’, fue descrito por los investigadores como un hombre que pasó “de la aparente normalidad al abismo”. Nació el 5 de junio de 1982 en Bogotá y, antes del caso que estremeció al país, no tenía antecedentes penales.

Durante su infancia vivió con sus padres y su hermana, hasta que la separación de ellos y el rechazo en su colegio marcó su carácter. Desde entonces –según relató– empezó a mostrar “agresividad y resentimiento contra todo el mundo”. Aun así, fue un estudiante destacado: terminó el bachillerato y alcanzó a cursar cuatro semestres de ingeniería industrial.

Su vida se quebró definitivamente tras la muerte de su madre. “Mi mamá murió en el año 2000, me tocó irme a vivir al barrio Kennedy, cerca al apartamento donde mi papá”, recordó ‘El Monstruo de Monserrate ‘. Después de descubrir una infidelidad de su pareja, “le perdí el sentido a la vida”, dijo. Abandonó los estudios, cayó en la drogadicción y empezó a robar para sobrevivir.

Según su propio testimonio, una tema de salud marcó su aislamiento definitivo: “Se me reventó el apéndice y me dio peritonitis… tuve que durar un año con bolsa de colostomía. La gente me aislaba mucho por el olor. Un día arranqué a caminar sin rumbo fijo y llegué a la montaña. Poco a poco fui subiendo plásticos, subiendo palos y me hice una casita”.

A partir de entonces, comenzó a vivir en los cerros orientales de Bogotá, donde más tarde cometería los crímenes que lo convirtieron en uno de los asesinos más temidos del país.

Sobre los homicidios del Monstruo de Monserrate

“Yo siempre quise que en algún momento alguna persona me tendiera la mano. Entonces, yo en ciertos momentos iba transitando por ahí, y veía mujeres comiendo la basura o durmiendo en el piso y yo les brindaba una ayuda, comida, ropa, les brindaba cosas de mujer, así agredían. Siempre que yo les brindaba la ayuda, les decía que era a cambio de 5 minutos de placer, en ningún momento mi intención era matarlas”, expresó en su momento en entrevista con revista Semana.

Narró que cuando llegaban al cambuche era obligatorio que se bañaran y se arreglaran. Debían maquillarse y escoger ropa y joyas que les gustaba para luego complacerlo.

“Esas mujeres, no querían y que no querían y eran a robarse mis cosas de valor, y entonces yo no lo permitía y les decía: ‘no puedo permitir que usted salga de acá sin que me cumpla lo que quedamos y mucho menos que se vaya a llevar mis tenis o mi chaqueta, o alguna otra cosa’. En varias ocasiones me agredieron, me ‘chuzaron’, agregó.

Contó que cuando empezaban a gritar las intentaba callar y las sometía, hasta que algunas finalmente accedían a sus pretensiones sexuales; luego las dejaba ir. Mientras otras, que no lo hicieron, las terminaba asfixiando. Recordó que “aproximadamente fueron 18 mujeres las que terminaron enterradas en la montaña. Yo sé que diga lo que yo diga me van a tildar como el malo. Yo reconozco que no debía haber llegado a esos extremos, pero son problemas de agresividad que tengo y a mí siempre y cuando no me toquen, no me agredan, no me insulten, soy una persona muy caballerosa, muy honrada, muy respetuosa hacia las mujeres, y amo el respeto a las mujeres. Yo evitaba problemas, pero desafortunadamente ellas se buscaban ese final”, admitió en una entrevista.



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