Durante la 80ª Asamblea General de la ONU, la intervención del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, estuvo marcada por una fuerte protesta diplomática. Decenas de delegados de diferentes países lo abuchearon y abandonaron el recinto en rechazo a su papel en la ofensiva militar contra Gaza. Mientras esto ocurría, desde los parlantes se pedía “orden en la sala”, aunque al mismo tiempo Netanyahu recibió aplausos y vítores de algunos sectores. Afuera, en Times Square, se congregaron manifestantes en contra de la guerra en Gaza. Esta protesta internacional coincidió con el reconocimiento del Estado palestino por parte de varios países europeos como Reino Unido, Francia y Canadá.
El embajador israelí ante la ONU, Danny Danon, descalificó la acción de los delegados y la calificó como una “salida escenificada”. Por su parte, Netanyahu, en un discurso desafiante, rechazó las acusaciones de genocidio presentadas por una comisión de la ONU en septiembre, comparando la situación con la persecución nazi y alegando que Israel advierte a los palestinos para evacuar antes de sus ataques, a diferencia de Hamás, a quien acusó de usar a la población civil como escudo humano. Además, negó que Israel esté provocando hambre en Gaza y responsabilizó a Hamás de robar y acaparar la ayuda humanitaria.
Netanyahu también mostró mapas y pancartas para ilustrar lo que llamó “el eje terrorista de Irán”, que, según él, amenaza la paz mundial y la existencia misma de Israel. Afirmó que en el último año Israel ha debilitado significativamente a Hamás, Hezbolá y los hutíes, y aseguró que su país ha “devastado” el programa nuclear y de misiles de Irán. En su discurso, señaló con nombre propio a líderes y científicos enemigos que, según él, Israel ha eliminado. Con tono desafiante, pidió a los líderes de Hamás deponer las armas y liberar a los rehenes, advirtiendo que, de no hacerlo, Israel los perseguirá.
El primer ministro utilizó gran parte de su intervención para dirigirse al público estadounidense, especialmente a la base política del expresidente Donald Trump y a los sectores evangélicos. Presentó a Israel como el aliado que libra la “batalla sucia” contra enemigos comunes, vinculando las amenazas contra Israel con consignas de odio hacia EE.UU. Recordó casos como el asesinato del ciudadano estadounidense Taylor Force y afirmó que los cristianos palestinos viven más seguros bajo ocupación israelí que bajo el autogobierno palestino. Este enfoque buscaba frenar la pérdida de apoyo hacia Israel dentro de la opinión pública estadounidense, en un momento en que las encuestas reflejan un desgaste en la imagen del Estado israelí por su ofensiva en Gaza.
Al finalizar, Netanyahu fue ovacionado por un grupo de observadores que levantaron los puños en señal de apoyo, en contraste con un salón casi vacío por la retirada de varias delegaciones oficiales. Sin embargo, la polémica se mantiene en torno a la guerra: según cifras del Ministerio de Salud de Gaza, más de 65.500 palestinos han muerto desde octubre de 2023, mientras que en Israel el ataque inicial de Hamás dejó 1.200 fallecidos y 251 rehenes, de los cuales aún se estima que 20 siguen vivos. La guerra, cercana a cumplir dos años, sigue marcada por acusaciones cruzadas, censura a periodistas en Gaza y un creciente debate internacional sobre el papel de Israel y la respuesta de la comunidad global.
