En las selvas tropicales de África Occidental y Central, una especie poco conocida juega un papel esencial en la regeneración del bosque: hablamos del Ceratogymna atrata, comúnmente llamado calao de casco negro. Esta ave de gran tamaño —que puede alcanzar hasta 70 cm de largo y cerca de 2 kg de peso— tiene un impacto silencioso pero contundente en el ecosistema forestal.
Su hábitat preferido son los bosques maduros, donde puede encontrar frutas abundantes. Cuando llega la temporada de lluvias, el calao se moviliza: el aumento de la fruta marca el momento ideal para construir su nido, aparearse y criar a su prole. Su dieta está compuesta en un 90 % por frutas —especialmente higos y nueces de palma—, y ocasionalmente incluye insectos o pequeños animales. Pero lo más interesante es su rol como dispersor de semillas: estudios indican que una sola población saludable de esta especie puede llegar a dispersar hasta 12.700 semillas al día por kilómetro cuadrado de bosque.
Gracias a este “trabajo” como sembrador natural, el calao de casco negro contribuye a mantener la estructura forestal, favoreciendo especies vegetales de distinto tamaño y ayudando al bosque a regenerarse y a mantenerse vivo. Sin embargo, su futuro no está libre de amenazas: la deforestación, la expansión agrícola, la minería, los proyectos energéticos y la caza están reduciendo sus poblaciones y, por ende, comprometiendo también el equilibrio del ecosistema donde habita.
En este sentido, la suerte de esta ave y la de su bosque están estrechamente ligadas: preservar al calao de casco negro significa proteger un eslabón clave del bosque tropical, que a su vez nos ofrece servicios como regulación del clima, biodiversidad y sumideros de carbono. Su hábitat se fragmenta, y con ello se pierde esta labor silenciosa pero vital para la vida del bosque.




