La pregunta de si los gatos saben nadar puede parecer intrigante, considerando la conocida aversión de estos animales al agua. A lo largo de la historia, diversos estudios han intentado desentrañar el motivo detrás de esta aversión, y se han propuesto varias teorías al respecto. A pesar de ello, la respuesta no es tan simple, ya que los gatos, a pesar de su desagrado general por el agua, son capaces de nadar cuando la situación lo requiere. Una teoría común sugiere que la aversión al agua en los gatos proviene de sus orígenes en ecosistemas desérticos del Medio Oriente, donde la presencia de agua era escasa y desconocida.
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Este comportamiento cambió hace algunos siglos cuando fueron llevados a regiones como Escandinavia y Occidente en grandes embarcaciones. En esos viajes, los gatos se encontraron con el agua, especialmente en barcos comerciales y exploratorios, marcando así su primer contacto con este elemento. Mientras que algunos felinos, como leopardos y jaguares, son adeptos nadadores y cazadores acuáticos, otros, como los leones, comparten una actitud cautelosa hacia el agua similar a la de los gatos domésticos. La natación en felinos, en general, tiende a ocurrir solo en situaciones estrictamente necesarias.

Curiosamente, existen razas específicas de gatos que muestran una afinidad por el agua y habilidades natatorias impresionantes. Razas como el Turkish Van, conocido como «el gran nadador» en Turquía, poseen un pelaje impermeable que facilita el secado rápido sin causar incomodidades térmicas. Otras razas como el Pixie Bob, Maine Coon, Manx y Abyssinian también muestran facilidad para sumergirse en el agua, demostrando la sorprendente movilidad y adaptabilidad de los gatos al medio acuático.
