El flagelo del conflicto armado en Colombia

El conflicto armado ha dejado marcas imborrables en los territorios y en el medio ambiente, y la muerte emocional de muchas víctimas.
[responsivevoice_button voice="Spanish Latin American Male" buttontext="Escuchar Noticia"]
Compartir en

En Colombia, un país que ha enfrentado más de siete décadas de violencia, las heridas del conflicto armado aún no cicatrizan. Cada vez que parece haber un respiro, surge un nuevo frente de batalla. Así lo refleja la investigación titulada “¿Qué le digo yo? Ya no se sabía qué dolía más”, un informe exhaustivo que documenta el sufrimiento de las víctimas del paramilitarismo y el impacto profundo que esta violencia dejó en sus vidas.

El estudio, de 485 páginas y seis capítulos, señala que las afectaciones más graves sufridas por las víctimas son de índole sicoemocional, moral, sociocultural y en los proyectos de vida. Estas cicatrices no solo afectaron a individuos, sino que devastaron familias y comunidades enteras, dejando una huella que aún persiste incluso después de la desmovilización de estos grupos armados.

María Gaitán, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica, destacó la importancia de este informe: «Es un testimonio vivo del dolor físico y psicológico que han soportado tantos compatriotas por culpa de los paramilitares. Son heridas que aún no terminan de sanar, porque en muchas regiones, aunque estos grupos se hayan ido, otros actores armados toman su lugar, prolongando el sufrimiento.»

En muchas zonas rurales del país, la retirada de los paramilitares no significó el fin de la violencia. Según Carlos Mario López, director técnico de la Dirección de Acuerdos de la Verdad, el conflicto armado ha dejado marcas imborrables en los territorios y en el medio ambiente, pero lo más doloroso ha sido la muerte emocional de muchas víctimas. «Algunas personas han fallecido de pena moral, de tanto sufrir por lo vivido», explicó López.

La investigación se centró en los testimonios de más de 100 víctimas de la violencia paramilitar, abarcando al menos 16 estructuras armadas que operaron en 52 municipios de 15 departamentos entre los años 90 y la desmovilización. Las voces de estas víctimas revelan un panorama devastador, donde el miedo y el trauma son compañeros constantes de vida.

Maritza Villarreal, una de las investigadoras, destacó que el miedo se ha convertido en parte del día a día en muchas de estas zonas: «Las personas no logran recuperar la paz. Los sueños de miles de familias han sido interrumpidos por la violencia que continúa acechando, alterando por completo su realidad».

Aunque el proceso de Justicia y Paz, implementado para enfrentar los crímenes de los paramilitares, ha logrado algunos avances, las conclusiones del informe son contundentes: los esfuerzos han sido valiosos, pero no suficientes. “Hace falta una verdad más amplia, una que no se limite a lo judicial, sino que esclarezca las dinámicas históricas de estos grupos, cómo surgieron y cómo afectaron a nuestras comunidades”, señaló López.

Este informe es una voz de alerta que recuerda que el dolor causado por el paramilitarismo en Colombia sigue presente, y que la reparación completa de las víctimas y de sus comunidades aún está muy lejos de alcanzarse.


Compartir en