Ignacio Gómez Portillo estudió física y creó un método de enseñanza basado en la colaboración y la teoría de los juegos que permite aprender tanto programación y habilidades blandas como trabajo en equipo y comunicación asertiva. Su startup, Egg Collaboration, ganó el premio Sadosky de Oro y es una de las capacitadoras del programa Argentina 4.0.
Desde chico, Ignacio Gómez Portillo quería “mejorar el mundo” y eligió estudiar física porque la consideró como “un puente para resolver problemas sociales a través del método científico”. Oriundo de Mendoza, se recibió de Físico en el Instituto Balseiro, en Bariloche. Luego consiguió una beca para estudiar Dinámica de Poblaciones en la Universidad Autónoma de Barcelona. Allí descubrió las teorías de la “cooperación”, y decidió abordar desde la física esta problemática que ya se había abordado desde la sociología y la economía. Y allí también conoció a otra profesional mendocina, Carolina Pérez Mora, magíster en Marketing Digital, quien se convertiría en su esposa y socia.
Al regresar al país, en 2015, Gómez Portillo se propuso aplicar las teorías científicas sobre cooperación y sistemas complejos a la educación. Así, junto a Carolina Pérez Mora, fundaron Egg Collaboration, un instituto que preparaba alumnos para el ingreso a universidades, cuyo diferencial no estaba en los contenidos, sino en su método de enseñanza, basado en los principios de la cooperación y la teoría de los juegos (formulada por el ex Nobel de Economía, John Nash).
“La cooperación explica la evolución de las sociedades”, dice Gómez Portillo. “Queríamos demostrar con base científica que, en toda instancia educativa, uno no solo aprende del profesor, sino de la interacción con otros alumnos, en forma colaborativa y no competitiva. En el aprendizaje, como en la ciencia y en el fútbol, se gana en equipo”, sostiene.
Durante cuatro años, los emprendedores desarrollaron el sistema de “aprendizaje colaborativo”. Y en ese tiempo, la matrícula fue creciendo por el boca a boca. Primero se anotaron ocho alumnos, luego 40, después 180… y ya llevan capacitados a 100.000 estudiantes en toda América latina.
En 2018, el proyecto recibió su primera inversión externa por parte de Embarca, una aceleradora de startups de Mendoza. Al año siguiente, Gómez Portillo renunció al Conicet (había vuelto al país con el programa Raíces de repatriación de científicos), para dedicarse 100% al emprendimiento.
