En Seúl existe una curiosa tradición urbana: la gente lleva sus paraguas dañados a un parque central, donde los deja colgados en los árboles. El lugar parece un bosque decorado con paraguas de colores.
Nadie sabe con certeza cuándo comenzó la práctica, pero se cree que surgió como protesta silenciosa contra el consumo excesivo y los objetos desechables. Con el tiempo, se convirtió en un símbolo artístico.
Los visitantes suelen pasear entre los paraguas y colgar el suyo como un gesto de buena suerte o de cierre de etapas difíciles. Algunos escriben mensajes en las telas rotas antes de dejarlas allí.
El gobierno local decidió conservar la tradición y convertirla en un atractivo turístico alternativo.
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