El dulce milagro de Cali: la historia de las macetas y Dorotea

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En el corazón del barrio San Antonio, donde Cali respira sus raíces más profundas, nació una tradición centenaria que endulza los vínculos del amor familiar: la maceta caleña.

Según la leyenda, gracias a una mujer afrodescendiente llamada Dorotea Sánchez, quien un día no tenía nada que ofrecer a sus hijos, se creó el primer dulce que se convertiría en un emblema de herencia cultural.

Cada 29 de junio (solemnidad conjunta de San Pedro y San Pablo), se conmemora en Cali el ‘Día de los Ahijados’, tradición exclusiva de la caleñidad y que acostumbró por décadas a padrinos y madrinas a regalar una maceta como símbolo de celebración.

La maceta nació por un sueño

Cuenta Patricia Guzmán, integrante de la Junta Directiva de Asomacetas y quien lleva mucho tiempo en esta industria, que gracias a una mujer nació esta bonita tradición caleña.

“Las macetas nacieron por Dorotea, una mujer que vivía en el barrio San Antonio y que no tenía nada que darle a sus hijos. Se acostó a dormir, se puso a llorar y en el sueño se le aparecieron dos ángeles, San Pedro y San Pablo, y le dijeron: mujer, ¿por qué lloras? Ella respondió: no tengo nada que darle a mis hijos. Los ángeles le preguntaron: ¿qué tienes en la cocina?, a lo que respondió: solo agua y azúcar. Entonces le indicaron: colócalas a hervir. Lo hizo y entonces espesó y espesó hasta que le dio su punto mágico. Le pidieron que dejara enfriar la mezcla y que después la amasara. Ella empezó a amasar hasta que le dio la blancura”, narró Guzmán.

Así, con azúcar, agua y mucho amor, nació el alfeñique, un dulce artesanal que se cocina hasta que espesa, se enfría, se amasa y se transforma en figuras moldeadas. En esta fecha, los padrinos regalan macetas a sus ahijados como símbolo de cariño y compromiso. No es solo un dulce: es un acto de amor.

¿Cómo se hace una maceta?

La elaboración comienza con la recolección del maguey. Se recorta, se limpia y se prepara como la base o soporte. Luego vienen las tiritas de papel de colores, los alfeñiques moldeados, las figuritas decorativas y el infaltable ringlete, esa mariposa de viento que con solo una brisa empieza a girar, como si la infancia cobrara vida.

Los ringletes, hechos tradicionalmente con cartulina o acetato, giran como los recuerdos de tantos caleños que crecieron recibiendo una maceta de su padrino o madrina. Se adornan con banderitas, muñequitos y temáticas creativas. Cada pieza es única, como lo es cada relación entre padrino y ahijado.

De la leyenda al patrimonio

Más de 100 años lleva esta tradición, que pasó de ser una historia familiar a un orgullo caleño. En 2013, las macetas fueron declaradas Patrimonio Cultural de la Nación, un reconocimiento a esa herencia dulce que une generaciones. Y en 2025, se celebran 25 años de la Asociación de Maceteros de Cali (Asomacetas), fundada para preservar y promover esta tradición.

Asomacetas ha sido fundamental en la labor de mantener vivo este arte: organizan ferias, talleres y exposiciones, donde miles de personas se congregan cada junio para comprar, aprender y celebrar. Este año, las macetas oscilan entre 20.000 y 45.000 pesos, dependiendo del tamaño y la temática.

Una tradición que no se puede perder

Las calles de Cali se llenan de color y los puestos de venta florecen en plazas, parques y centros comerciales. Los padrinos recorren la ciudad para encontrar la maceta perfecta y los niños la esperan con ilusión. Porque regalar una maceta no es dar un dulce: es reafirmar un lazo. Es un símbolo de que el amor también se transmite con azúcar, viento y con manos caleñas.

Las macetas nacieron en Cali, son caleñas, son nuestras y en cada palo de maguey vibra la voz de Dorotea, quien sin tener nada, lo dio todo.


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