El reciente anuncio del cobro de valorización por la vía que conecta Barranquilla y Cartagena ha generado una ola de indignación en la región Caribe. No es difícil entender por qué. Este tributo, que busca recaudar cerca de 720.000 millones de pesos, no solo afectará a una amplia porción de la población de Atlántico y Bolívar, sino que, para colmo. Los fondos recaudados no se reinvertirán en la región, sino que serán destinados a otras zonas del país. Esto, en una región que ya soporta una carga desproporcionada en términos de costos energéticos y otras problemáticas estructurales, es simplemente inadmisible.
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El presidente del Intergremial del Atlántico, Efraín Cepeda Tarud, y su homólogo en Bolívar, Juan Camilo Oliveros, han levantado sus voces en contra de este impuesto. Su preocupación es válida: ¿cómo es posible que se cobre una valorización en una vía aún inconclusa? Más preocupante aún es que esta carga recaerá sobre sectores que ni siquiera hacen uso directo de esta infraestructura, como los habitantes de Miramar y Buenavista en Barranquilla, o el Portal de Genovés en Puerto Colombia. Este cobro no es solo una cuestión económica; es una muestra más del centralismo que tanto ha perjudicado al Caribe.
Descontento
Durante años, la región ha sido relegada en cuanto a inversión y atención del Gobierno central. Problemas como el costo de la energía, que afecta de manera desproporcionada a los habitantes del Caribe, no han encontrado una solución efectiva. Ahora, se añade esta nueva carga, que amenaza con agravar aún más la situación económica de miles de familias. El alcalde de Barranquilla, Alejandro Char, ha expresado su rechazo, calificando el cobro de valorización como “injusto” y subrayando que la región ya soporta suficientes desafíos. Su postura es un reflejo del sentir generalizado en el Caribe: no se puede seguir golpeando a una región que ha demostrado su potencial. Pero que necesita del apoyo estatal para desarrollarse plenamente.
Es imperativo que el Gobierno nacional reconsidere este impuesto de valorización. No solo es injusto desde un punto de vista económico, sino que también es un agravio a una región que ha sido históricamente olvidada. La vía es vital para el desarrollo del Caribe, pero este desarrollo no puede construirse a costa del bienestar de sus habitantes. Es momento de que se prioricen las necesidades de la región y que se busquen soluciones justas y equitativas que beneficien a todos los colombianos.
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