En su más reciente reunión de política monetaria, el Banco Central de Colombia decidió mantener la tasa de interés en 9,5 %, en un contexto marcado por presiones inflacionarias persistentes y una situación fiscal compleja. La decisión, que no fue unánime, refleja las tensiones entre el enfoque técnico del banco y las prioridades del Gobierno Nacional.
La junta directiva, compuesta recientemente por nuevos integrantes cercanos al Ejecutivo, mostró divisiones internas: una parte abogaba por iniciar un ciclo de reducción de tasas para estimular la economía, mientras que la mayoría optó por actuar con cautela ante los riesgos inflacionarios. La votación estuvo dividida, lo que evidencia la creciente presión política sobre el manejo de la política monetaria.
Uno de los factores determinantes para mantener la tasa fue el déficit fiscal acumulado, que superó con creces la meta establecida para el año anterior. A esto se suma un ligero repunte en la inflación, lo que refuerza la preocupación del banco por mantener la estabilidad de precios como prioridad.
Además, el contexto internacional ha generado incertidumbre adicional: amenazas de nuevas medidas arancelarias por parte de potencias globales y movimientos volátiles en los mercados financieros han llevado al emisor a actuar con prudencia. Una reducción prematura en las tasas podría desincentivar la inversión extranjera y presionar aún más el tipo de cambio.
Desde el Gobierno, aunque se acató la decisión, se expresó inconformidad, señalando la necesidad de medidas que impulsen el crecimiento económico. No obstante, el Banco Central parece decidido a esperar señales más claras de desaceleración inflacionaria antes de modificar su postura.
En este escenario, los próximos datos económicos serán clave para definir el rumbo de la política monetaria en lo que resta del año. Si la inflación da señales de enfriamiento y las condiciones externas mejoran, no se descarta una posible reducción de tasas en las próximas reuniones.



