Mucho antes de la escritura o la agricultura, los primeros seres humanos ya expresaban su visión del mundo a través del arte. Pinturas rupestres como las de Altamira en España o Lascaux en Francia, tallados en piedra y figuras en arcilla revelan que nuestros antepasados sentían la necesidad de comunicar ideas, contar historias y plasmar emociones. Estas primeras manifestaciones artísticas no solo eran decorativas, sino también espirituales y rituales, ligadas a la caza, la fertilidad o el misterio de la muerte.
El arte marcó un punto de inflexión en la evolución humana: fue la evidencia de una mente capaz de imaginar, simbolizar y crear más allá de lo tangible. Con él nacieron conceptos como la belleza, la identidad y la trascendencia. A lo largo del tiempo, esa chispa creativa se convirtió en motor de civilizaciones enteras, dando lugar a la música, la danza, la literatura y la arquitectura. La creatividad, en esencia, nos hizo profundamente humanos.


