Jaime Bastos, nació y vivía en Florencia, era un joven humilde y trabajador que durante su vida tuvo muchos inconvenientes, tenía a Melissa Bastos, una pequeña hija a quien no veía hacia más de siete años, tuvo la oportunidad de encontrarla desde la distancia, alistó todo para viajar del Caquetá hasta el municipio de Caucasia Antioquia y abrazarla de nuevo, ya iba de camino y con su corazón acelerado, revolucionó la velocidad de su motocicleta y esto llevó a que se saliera de la vía y terminara contra un alambrado.
Un amor desde el infinito
Todas esas ilusiones del encuentro quedaron allí, el joven lamentablemente perdió la vida, había quedado con pocos signos vitales, pero no fue posible que resistiera para ser trasladado a un centro asistencial. Ese amor por su hija lo llevó a la eternidad, desde allí, muy seguramente cuidará mejor de ella, pese a que no pudo darle ese anhelado abrazo.
De la felicidad al llanto
Cuando se conoció este caso por parte de las autoridades de inmediato usaron el teléfono de la víctima, el primer contacto de llamada que encontraron fue la de una familiar de la menor y de inmediato informaron que desafortunadamente este caqueteño había sido hallado sin vida a escasos kilómetros del pueblo a dónde tenía que llegar. Creyendo que fuera mentira y sin encontrarle a esa niña que esperaba ansiosamente a su papá, la mujer se desplazó hasta el lugar a donde llegó y con sus propios ojos pudo confirmar que efectivamente el cuerpo era el de este amoroso padre.
Con el alma destrozada
Ahora el dolor no solo era por la muerte de Jaime, era también por la afectación que iba a tener la pequeña al darse cuenta que desde ese momento su papá se había convertido en un ángel que desde el cielo la iba a sobreproteger. Fue necesario de ayuda psicológica para poder explicarle a Melissa lo que había sucedido, cuando se llegó el momento de la noticia, cuentan que la esa hija comenzó a llorar intensamente, se desplomó y no creía. Luego se aferró a la puerta de salida de la vivienda esperando la motocicleta que transportaba a su progenitor, el hombre que muy seguramente observaba todo desde la eternidad.
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Desafortunadamente la única forma en que esta chiquita pudo ver a su padre, fue en un cofre, bien vestido, con sus ojos cerrados y conservando en su rostro parte de la felicidad con la que murió. A petición de esta afectada infante, el cadáver fue cremado y las cenizas serán conservadas por ella, aferrada a que será de la única forma en que desde ahora en adelante estará al lado de una parte de su padre.
