El alma de una ciudad que camina unida

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Popayán vive sus procesiones de Semana Santa con una intensidad que conmueve y une. Cada noche, al caer el sol, las calles empedradas del centro histórico se transforman en escenarios sagrados donde el tiempo parece detenerse. La ciudad entera guarda silencio para contemplar el paso solemne de las imágenes religiosas, mientras el incienso perfuma el aire y el sonido de los tambores y cornetas marca el ritmo de una tradición que habla al corazón.

Estas procesiones, declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, son mucho más que actos litúrgicos: son un reflejo del alma colectiva de Popayán, de su historia, su arte y su profundo sentido de fe. La ciudad no solo observa; camina, siente y ora en cada paso.

La entrega silenciosa detrás de cada imagen

Detrás de cada anda que recorre las calles hay meses de preparación, compromiso y devoción. Los cargueros, verdaderos portadores de la fe, asumen con orgullo su papel en esta manifestación cultural. Su andar pausado, su esfuerzo sincronizado, es un lenguaje no verbal que transmite respeto, humildad y amor por una herencia que se transmite de generación en generación.

Las hermandades, encargadas de la organización de cada procesión, trabajan con meticulosa dedicación. Desde los arreglos florales hasta la elección de las piezas musicales, cada detalle es cuidado con esmero, pues saben que están conservando una de las expresiones culturales más significativas del país.

Fe, arte y memoria viva

Las procesiones en Popayán no solo son actos de devoción, también son una puesta en escena del arte religioso: imágenes talladas en madera con siglos de historia, portadas con solemnidad


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