Más de dos siglos después de la desastrosa retirada de Rusia, la ciencia ha arrojado nueva luz sobre uno de los episodios más mortíferos de la historia militar. Un estudio genético realizado por el Instituto Pasteur de París ha identificado dos bacterias desconocidas hasta ahora entre los restos de soldados de la “Grande Armée”, lo que sugiere que las epidemias que diezmaron a las tropas de Napoleón Bonaparte fueron más diversas y letales de lo que se creía.
Hasta hoy, los historiadores atribuían la catástrofe sanitaria de 1812 al tifus y a la fiebre de las trincheras, males habituales en los campamentos de la época. Sin embargo, el nuevo análisis genético de 13 cuerpos exhumados ha revelado la presencia de Salmonella enterica enterica, causante de la fiebre paratifoidea, y de Borrelia recurrentis, responsable de la fiebre recurrente.
“El cuadro clínico debió ser casi indistinguible entre estas infecciones”, explicó a DW Nicolas Rascovan, especialista en paleogenómica y autor principal del estudio. “Los soldados sufrían fiebre alta, agotamiento extremo y deshidratación; incluso con la medicina moderna, distinguir entre estas enfermedades sería complicado”.
La campaña que cambió la historia
En el verano de 1812, Napoleón lanzó la invasión de Rusia al mando de medio millón de hombres, la mayor fuerza militar que Europa había visto. Su objetivo era forzar al zar Alejandro I a respetar el bloqueo comercial impuesto a Gran Bretaña. El ejército francés cruzó Polonia, Lituania y Bielorrusia, conquistando Moscú sin encontrar la esperada negociación de paz.
Cuando la retirada comenzó, el 17 de octubre, el enemigo ya no era el ejército ruso, sino el hambre, el frío y la enfermedad. Las infecciones se propagaron con rapidez entre los soldados debilitados, mientras las temperaturas caían en picado.
El resultado fue una de las mayores tragedias de la historia militar: solo unos 30.000 hombres de los 500.000 que partieron regresaron con vida, menos del 6 % del total.
Los nuevos “enemigos invisibles”
Hasta ahora se creía que el tifus era el único responsable del colapso sanitario del ejército francés. Pero el análisis de ADN antiguo demuestra que otros patógenos contribuyeron al desastre, multiplicando el impacto de las infecciones.
Para los científicos, estos hallazgos no solo reescriben parte de la historia napoleónica, sino que también ofrecen una visión más amplia de cómo las enfermedades infecciosas moldearon los grandes conflictos del pasado.
“Más que el invierno ruso o las balas enemigas”, concluye Rascovan, “fueron los microbios los que sellaron el destino de la campaña de Napoleón en Rusia”.




