Un barrio que nació en medio de humedales, pantanos y nubes de zancudos un 1° de mayo de 1967 para darle renombre al Día Internacional del Trabajo, en tan solo 11 lustros se convirtió en el punto de partida de la Comuna 17 y uno de los mejores vivideros de Cali, comprendido entre las calles 13 y 14 entre carreras 50 y 64A.
Y justamente allí -en su parque central- estará este sábado 25 de junio de 2022 el alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina con todo su gabinete, entre las 8:00 de la mañana y las 5:00 de la tarde, dialogando con la comunidad y atendiendo en la feria de servicios de su Administración.
En honor a su nombre, el barrio ha sido 1° en todo: en arborización, en cuidado de parques, en tener la mejor Institución Educativa Técnica Industrial de Cali, la más fluida movilidad del sur, la parroquia más visitada, la más completa IPS y la comunidad más feliz y orgullosa de su vecindario.
El secretario de la Junta de Acción Comunal, Diego Fernando Loayza, recuerda que en sus inicios la calle 14 solo llegaba hasta la carrera 50 y la Pasoancho hasta la carrera 44, se contaba con dos rutas de buses que llegaban hasta esos contornos y las largas caminatas para abordar el Papagayo 1 ó la Coomoepal 6 muchas veces eran infructuosas, pues los viajeros perdían la patoniada al escuchar las melodías y saborear las cervezas de ‘El Osito Musical’.
Los primeros pobladores –tanto residentes como rebuscadores- han sido fieles. María Gregoria Ararat hace 40 años instaló su punto de venta en la puerta de la Parroquia El Divino Niño. Allí levantó un improvisado altar con el permiso de la curia y la Alcaldía, donde fieles y rezanderos podían adquirir velones, camándulas, novenas, estampas del Divino Niño y la Santísima Trinidad.
Hoy lo tiene más surtido, más vistoso y oloroso, pues ahora vende sahumerio, astillas de sándalo, hojas de breva y pastas de alcanfor, las cuales alterna con tapabocas, aretes, cristos, collares, pulseras, mentas y súper coco.
A punta de rezos y bendiciones ha levantado a sus cuatro hijos, viaja todos los días desde el barrio Marroquín, llegando antes de la misa de las 10:00 de la mañana para irse una vez termine la misa de las 7:00 de la noche, excepto en Semana Santa donde el machete es tan bueno, que se va cuando terminen las procesiones.
Sagradamente, antes de salir se echa la bendición y se encomienda a su pequeño tutor: “Divino Niño Jesús, hoy tengo mil dificultades, ayúdame a alejar los enemigos, conceder la fe, la paz, la gloria y la emoción del Espíritu Santo, que concedido por ti, puedo salir adelante. Amén”.
En la otra orilla, frente a la Estación de Policía y el CALI 17, está Lucio Chantré, un albañil de 73 años que hace 22 soltó el palustre para irse a cuidar carros. Viaja en su bicicleta desde el barrio Lourdes con su silla Rimax, el trapo rojo y el garrote de chonta, para estar a las 7:30 de la mañana en el sitio de trabajo.
“Llegué acá porque mis hijos no quisieron que yo siguiera de maestro de obra, pero me cansé de estar en la casa sin hacer nada. Mi sobrino, que es agente en la Estación de Policía de Bosques del Limonar, me dijo que viniera acá a hacer un curso de vigilancia y seguridad; obtuve el carné y me quedé aquí”, dice Lucio.
Los vecinos del barrio 1° de Mayo lo consideran un miembro más de la comunidad y no lo desamparan. Ello quedó comprobado a finales del año 2021 cuando uno de sus hijos murió víctima de Covid y él casi corre la misma suerte, pues estuvo ocho meses intubado, tiempo en el que recibió mercados, medicinas, visitas y otras atenciones.
Y si alguien en el barrio tiene fama de buena Samaritana, es Angely Verganzo, propietaria de ‘Las delicias de Anyeli’. Ella, en medio de la pandemia, los desórdenes callejeros y el caos que hubo con el paro nacional, abrió su restaurante para ofrecer todo gratuito para que cualquier persona pudiera saciar su hambre.
En la entrada de su negocio colocó un cartel grande, que dice: “Muchas bendiciones en este día. Amigo, vecino… si conoces a alguien que no tenga qué comer, dile que venga que aquí le daremos un almuerzo”.
Aún lo sigue haciendo. Sin cobrar ni un peso, Angely le sirve el almuerzo al comensal que arrime buscando un plato de comida. No importa cuántos lleguen, ni como lleguen. No es un comedor comunitario, ni pretende serlo. Es un servicio que ella presta de manera bondadosa y sin esperar nada a cambio.
“Diario hago 55 platos. Si los vendo… bien; pero si me llegan 55 personas buscando alimento, se los doy así no gane nada, pues mi satisfacción es ver las caras alegres de las personas que llegan reflejando tristeza en su rostro”, dice.
Su negocio nació hace 16 años en la esquina de la carrera 57 con calle 13C, como un piqueteadero de comida valluna y luego agregó el servicio de comedor. Con él sacó adelante a sus dos hijas. La menor estudió culinaria y hoy en día es la chef del restaurante en el que tiene ocho empleadas.
Así como ella, debe haber muchos casos de gente buena, bondadosa y desinteresada en el barrio, cuyo único propósito es el bienestar de la comunidad. Y eso es lo que esperan encontrar este sábado el Alcalde y los miembros de su Administración que estarán atendiendo en las 24 carpas dispuestas en el parque con servicios de salud, educación, vivienda, movilidad, servicios públicos, trámites en predial, cultura, deporte y demás servicios, entre las 8:00 a.m. y las 5:00 p.m.




