En medio de la creciente tensión entre Washington y Teherán, Estados Unidos ha intensificado sus esfuerzos para frenar los vínculos políticos y comerciales entre Irán y América Latina. La reciente ofensiva militar contra instalaciones iraníes no solo busca debilitar la capacidad interna del régimen islámico, sino también limitar su proyección internacional, especialmente en la región latinoamericana.
Durante una conferencia con periodistas, una alta funcionaria del Departamento de Estado dejó claro el mensaje: “Cada país tiene que decidir si respalda a un régimen patrocinador del terrorismo”. La frase, repetida en tres ocasiones, refleja una estrategia calculada para ejercer presión diplomática sobre gobiernos latinoamericanos que mantienen relaciones con Irán o han criticado la intervención militar estadounidense.
Irán, por su parte, ha tejido alianzas con varios países de la región, entre ellos Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba, mediante acuerdos energéticos, cooperación técnica y apoyo político. Estos vínculos han sido motivo de preocupación constante para EE.UU., que ahora, en medio de la crisis, busca aislar aún más al régimen iraní utilizando la vía diplomática en organismos como la OEA.
El mensaje es claro: Washington no solo libra un conflicto armado, también uno geopolítico, donde América Latina se convierte en un nuevo frente de influencia.
