En pleno siglo XXI, millones de niñas y niños en África siguen sin acceder a una educación de calidad. Aunque el derecho a la educación está reconocido en tratados internacionales y constituciones nacionales, para muchos menores este sigue siendo un derecho postergado. Las causas son múltiples y profundamente estructurales: conflictos armados, pobreza extrema, desplazamientos forzados y los impactos cada vez más severos de la crisis climática.
La realidad es dura. Muchos niños y niñas ni siquiera logran ingresar al sistema escolar. Otros, aunque asisten a clases, lo hacen en condiciones extremadamente precarias: sin materiales, con aulas dañadas o improvisadas, y con una calidad educativa que no garantiza el aprendizaje. Esta exclusión, directa o indirecta, reproduce ciclos de pobreza, desigualdad y violencia que afectan no solo a las personas, sino también al desarrollo de comunidades enteras.
Uno de los factores más alarmantes es el aumento de desplazamientos internos y transfronterizos, producto de conflictos y desastres naturales. Millones de personas han sido forzadas a abandonar sus hogares, interrumpiendo también el trayecto educativo de sus hijos. En este contexto, muchas niñas son obligadas a dejar la escuela para casarse tempranamente o trabajar, y muchos niños quedan expuestos al reclutamiento por parte de grupos armados.
La crisis climática ha agravado la situación. Inundaciones, sequías y ciclones destruyen escuelas y afectan la seguridad alimentaria, lo que obliga a muchas familias a priorizar la supervivencia por encima de la educación. En zonas rurales y vulnerables, el simple hecho de caminar largas distancias para llegar a una escuela puede convertirse en un obstáculo insalvable.
Frente a este panorama, es urgente una respuesta global, coordinada y sostenida. La solución no se limita a construir escuelas: implica garantizar recursos suficientes, formar docentes capacitados, adaptar los contenidos al contexto, y sobre todo, eliminar las barreras económicas y sociales que impiden a tantos niños y niñas acceder a una educación digna.
La educación en África no puede seguir siendo una promesa postergada. Es una herramienta esencial para romper los ciclos de exclusión, fomentar la paz y construir un futuro más justo y equitativo. No hay desarrollo posible sin educación. Y no hay educación sin compromiso real.
Ha llegado el momento de actuar. La infancia africana no puede seguir esperando.




