Las negociaciones de paz entre el Gobierno colombiano y los grupos armados ilegales enfrentan un escenario cada vez más incierto debido a las divisiones internas entre las mismas disidencias. Lo que en un principio parecía ser una mesa con representantes definidos, hoy se ha convertido en un laberinto de facciones con agendas propias, desacuerdos territoriales y liderazgos fragmentados. La aparición de nuevas disidencias dentro de las disidencias de las FARC ha desdibujado el alcance real de los pactos alcanzados, afectando tanto la confianza del Estado como la seguridad en varias regiones del país.
Estas fracturas no solo debilitan la posibilidad de lograr un cese al fuego duradero, sino que aumentan la violencia en zonas donde estos grupos disputan el control territorial. Las comunidades rurales, especialmente en departamentos como Cauca, Nariño y Putumayo, viven en medio de la incertidumbre y el temor por los enfrentamientos entre facciones. Mientras el Gobierno intenta mantener abiertos los canales del diálogo, la falta de un interlocutor claro y unificado impide consolidar avances concretos en la política de “paz total” y deja en evidencia la complejidad de desarticular una estructura armada cada vez más descentralizada.




