Disparos rompen silencio de la noche

La noche en el barrio Campestre se quebró con un estruendo que no fue de celebración, sino de violencia. Sobre la carrera 6A con calle 40A, el personal del CTI realizó la inspección técnica al cadáver de José Ignacio Casañas Sepúlveda, de 55 años, quien yacía con heridas ocasionadas por arma de fuego.
La escena, marcada por el silencio posterior al disparo, dejó a la comunidad en estado de consternación. Según el reporte preliminar de la Policía, los móviles y los agresores son aún materia de investigación. No hay claridad sobre las razones que llevaron a los delincuentes a atacar a Casañas, ni sobre las circunstancias que rodearon el hecho. Lo único cierto es la presencia del cuerpo, el eco de los disparos y la incertidumbre que se expande como sombra en las calles del barrio. La víctima era oriunda del corregimiento de El Bolo San Isidro, pero llevaba largo tiempo residiendo en Campestre. Su vida cotidiana se había entrelazado con la dinámica del sector, donde era conocido por vecinos y comerciantes.
La noticia de su asesinato golpea con fuerza, pues no se trata de un visitante ocasional, sino de alguien que había echado raíces en el lugar. El levantamiento del cadáver, realizado con rigor técnico, no logra disipar la sensación de vacío que deja la muerte violenta. Cada fotografía, cada registro, cada evidencia recolectada por los investigadores se convierte en un intento de reconstruir lo que ocurrió. Sin embargo, la comunidad sabe que detrás de los protocolos queda un dolor que no se archiva en expedientes.
La Policía ha señalado que continuará con las indagaciones para esclarecer los hechos. Se busca determinar si el ataque estuvo relacionado con disputas personales, con dinámicas delictivas o con cualquier otra circunstancia que pueda explicar la agresión. Por ahora, lo que domina es la ausencia de respuestas y la certeza de una vida truncada. El barrio Campestre, acostumbrado al ritmo de la cotidianidad, se ve ahora marcado por la huella de la violencia. La carrera 6A y la calle 40A se convierten en coordenadas de un recuerdo doloroso, en un punto donde la rutina se detuvo abruptamente.