En los últimos días, una ola diplomática sacude los pasillos del Ministerio de Relaciones Exteriores y los despachos del Gobierno colombiano. La razón: varios hechos recientes muestran que la diplomacia nacional se está alineando públicamente con la retórica política del presidente Gustavo Petro, algo que genera elogios en algunos frentes pero también cuestionamientos e inquietudes en los escenarios internacionales. El efecto es doble: proyectar un perfil de firmeza, pero al mismo tiempo incidir en tensiones diplomáticas que muchos deseaban evitar.
1. El detonante: revocatoria de visa en Estados Unidos
El punto de inicio más visible de esta dinámica fue la decisión del Departamento de Estado de Estados Unidos de revocar la visa del presidente Petro. Esta medida respondió a declaraciones del mandatario durante una manifestación en Nueva York, donde pidió que soldados estadounidenses desobedecieran órdenes del gobierno de Donald Trump.
La acción estadounidense desencadenó una respuesta inmediata y simbólica por parte del Ejecutivo colombiano: la canciller Rosa Villavicencio, junto con otros miembros del gabinete, renunciaron voluntariamente a sus propias visas como acto de solidaridad con Petro.
Este episodio no es solo un gesto gestual: marca un hito en la estrategia diplomática del país, que parece respaldar decisiones de confrontación más que buscar matices o respaldo técnico en la política exterior.
2. Personalismo, purgas y cambios en la diplomacia
Desde el Gobierno han argumentado que ciertos funcionarios diplomáticos han “sabotado” agendas oficiales, cancelando citas, alterando cronogramas o impidiendo negociaciones discretas. En ese sentido, Petro anunció una “limpieza profunda” del cuerpo diplomático y de los delegados de inteligencia, con especial foco en embajadas consideradas estratégicas, como la de China y las oficinas de representación en EE. UU.
Se ha hablado de sustituir a embajadores considerados “de la vieja guardia” y de eliminar requisitos tradicionales como el dominio del inglés para algunos cargos diplomáticos.
Aunque los cambios no se han detallado completamente, sí hay señales claras: el estilo diplomático será menos técnico y más político, con asignaciones basadas en lealtad o afinidad política más que en tradicional experiencia diplomática.
3. Diplomacia con sello ideológico: prioridades y reorientaciones
Con esta alineación interna, la política exterior empieza a reflejar con más claridad las prioridades del presidente. Algunas de las apuestas que emergen con fuerza:
- Una disminución del protagonismo en alianzas tradicionales como la OTAN. Petro ha dicho que Colombia no pertenece a esa estructura y que su enfoque está en el “Atlántico Sur” y la región Caribe.
- La revisión del Tratado de Libre Comercio con EE. UU., y hasta la suspensión de acuerdos con Israel, como una demostración de que los principios (vida, derechos humanos) deben tener peso sobre los intereses comerciales.
- Una retórica fuerte ante la ONU y en foros multilaterales, denunciando lo que el Gobierno considera como violaciones del derecho internacional —por ejemplo, acusaciones de genocidio en Palestina— y reclamando que las sanciones diplomáticas no pueden silenciar voces.
4. Críticas, advertencias y riesgos
Sin embargo, esta orientación no está exenta de alertas y críticas:
- Riesgo de aislamiento diplomático. Políticos como César Gaviria advierten que una diplomacia confrontativa, basada en arrebatos verbales y acusaciones fuertes, puede aislar a Colombia y afectar relaciones que son vitales para comercio, cooperación antinarcóticos y seguridad exterior.
- Presión desde el sector diplomático y observatorios. El Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (Cori) urgió al Gobierno a moderar el lenguaje y evitar que la retórica vaya en contra del interés nacional, sobre todo frente a Estados Unidos, su principal socio comercial.
- Falta de trayectoria técnica en algunos nuevos nombramientos. Al priorizar afinidad política, se teme que la calidad profesional de los representantes colombianos se debilite, lo cual en escenarios diplomáticos complejos puede pasar factura.
- Ambigüedad estratégica. En algunos casos, la retórica de ruptura con bloques tradicionales (OTAN, alianzas militares) convive con la necesidad práctica de cooperación internacional: seguridad, narcotráfico, comercio. ¿Cómo compatibilizar demandas ideológicas con exigencias operativas?
- Impacto comercial y de inversión extranjera. Las señales de enfrentamiento con socios clave pueden ser vistas por multilaterales e inversionistas como un incremento del riesgo país, lo que afectaría flujos de capital.
5. Lo que está en juego
La diplomacia colombiana está en un momento de redefinición. Lo que hoy se perfila como un alineamiento con la visión del presidente podría terminar siendo un experimento estratégico con fuertes costos. Si bien proyecta fuerza y coherencia política para quienes respaldan el proyecto de Gobierno, también abre vulnerabilidades: aislamiento, desconfianza externa y desgaste institucional. El equilibrio será difícil de sostener.



