Hay algunas fragancias capaces de hacer historia, de definir una era. Hasta hace poco, el duelo se encontraba entre L’Eau D’Issey, de Issey Miyake, y Le Male, de Jean Paul Gaultier. Tan potente era la obsesión de los jóvenes británicos empapados de feromonas por estos dos olores a finales de los años 90 (bueno, y de principios de los años 90) que era posible caminar por la calle de cualquier pueblo un sábado y que el olfato de cualquier transeúnte entrara en duelo con ambas fragancias.
Aunque ambos siguen siendo muy populares hoy en día, el trono lo ocupa solo una fragancia en 2019: Sauvage, de Dior. Desde que fue lanzada en 2015 –con un Johnny Depp recorriendo el desierto de Los Ángeles como embajador–, es a día de hoy uno de los perfumes masculinos más vendidos en España. También domina otros mercados internacionales, como en el caso de Reino Unido, donde ha desbancado a Coco Mademoiselle, de Chanel, como el perfume más vendido del país. Es una hazaña extraordinaria, sobre todo si tenemos en cuenta que el mercado de fragancias femeninas en el país británico tiene un 50% más de peso que la perfumería masculina. Además, Sauvage ha encontrado su éxito gracias a una frasco cilíndrico extraordinariamente sencillo, un nombre derivado de una fragancia Dior más antigua (Eau Sauvage, la cual salió a la venta en 1966) y en un contexto de clima fiscal delicado.
¿Cuál es el secreto del éxito inspirada en el salvaje oeste y en las tribus americanas? Según el perfumista de la casa Dior, François Demachy, todo se debe a la receta. «Es una combinación de componentes un poco clásicos con otros muy fuertes», nos cuenta en su oficina, ubicada al lado de los Campos Elíseos de París, la cual está repleta de testers de perfumes. «Algunas de las materias primas que utilicé son muy fuertes. La nota de Ambroxan, por ejemplo. Es fresca al principio, pero el equilibrio es bastante bueno, incluso si la agresividad de la nota de ámbar es directa. Tiene muchas facetas –algunas notas más especiadas, algunas notas aromáticas más frescas–, por lo que el equilibrio funciona bien».
Esa nota de Ambroxan es de hecho una recreación sintética del ámbar gris –un ingrediente ultra-raro, natural con una procedencia extravagante. «El ámbar gris es el rechazo estomacal de un cachalote«, comenta Demachy con una sonrisa. «Las ballenas comen muchos calamares, pero sus picos son muy afilados. El estómago de la ballena segrega una mucosidad que cubre el pico capa tras capa hasta que lo vomita. El ámbar gris navega por las corrientes del océano durante muchos, muchos años hasta que aterriza en la costa. Normalmente se encuentra en Chile o en la costa australiana. Se usa en perfumes desde hace más de 2.000 años y da algo de profundidad y una sensación enigmática». Evidentemente, Demachy guarda un poco de ámbar gris en su escritorio para enseñarlo y, a decir verdad, no se equivoca en absoluto sobre su extrañeza. No muy distinto al olor de una axila sudorosa o al de la nuca de alguien después de hacer ejercicio, es casi animalista en su atractivo.

