La ciudad de Pasto, conocida por su riqueza cultural y la fuerza creativa de su gente, fue testigo de una experiencia artística que se alejó de lo convencional y puso en primer plano la sensibilidad del ojo humano: la exposición “Dibujantes de papel”, organizada en la Unidad de Arte y Creación Pretexto.
En este encuentro, la hoja en blanco dejó de ser un espacio vacío para convertirse en un escenario lleno de posibilidades. El taller, que acompañó la exposición, enseñó a los asistentes que una línea puede transformarse en camino, en sombra, en figura, en vida misma. No fue una clase académica rígida, sino una invitación a perder el miedo, a soltar la mano y a comprender que el dibujo es, ante todo, una forma de observar con atención.
Exposición
Los organizadores insistieron en que no se trataba de “saber dibujar” en términos técnicos, sino de abrir los ojos a lo cotidiano: la textura de una hoja, la forma de un edificio, la curva de una sonrisa. “El dibujo nos enseña a detenernos. A no pasar de largo frente a lo que vemos todos los días. Es una manera de entrenar la mirada y el corazón”, señalaron.
La exposición reunió a un grupo diverso de participantes, entre ellos Mery Vallejo, Ingrid Saray, Wilmer Rodríguez, Jerson Guerrero, Florencia Botina, Brayan Rodríguez, Santiago Ocaña, Mario Pantoja y Mario Toro. Algunos llegaron con experiencia previa en el arte; otros, simplemente con curiosidad y ganas de aprender. El resultado fue una mezcla vibrante de estilos y perspectivas que sorprendió a quienes recorrieron la muestra.
Herramienta
Para muchos, el ejercicio se convirtió en un viaje personal. Algunos plasmaron paisajes de su infancia, otros rostros familiares o simples figuras geométricas que, poco a poco, cobraron vida. El lápiz, que parecía insignificante, se transformó en la herramienta que les permitió expresarse y, sobre todo, reconectarse con su capacidad de asombro. El ambiente de la exposición fue íntimo pero cargado de energía. Los visitantes podían observar cómo las líneas se multiplicaban, cómo un trazo torpe se convertía en semilla de una obra, cómo la paciencia terminaba recompensada con dibujos que transmitían emoción. Hubo risas, silencios de concentración, y también comentarios que dejaban ver cómo el arte lograba abrir espacios de encuentro entre desconocidos.
