Diálogo, la última carta en juego

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“Voz a los que no tienen voz” dentro de un país que atenta contra el desarrollo de la sociedad, una paz que ha sido anhelada por mucho tiempo dentro de una Colombia que ha forjado seres corruptos, una generación construida desde los escombros y un poder queriendo visibilizar estas guerras cobardes, la comidilla de la exclusión y de la miseria que se alimentaban de la ignorancia. Una patria ambiciosa por un clamor de justicia. 

El conflicto es propio a cualquier sociedad, guerras que han sido normalizadas, pero con diferentes puntos de fuga; asesinos y héroes que luchan por unas causas legítimas, aunque sean incompletas, ideologías que son gobernadas por un escudo inmensurable; las armas. Banderas posadas en un uniforme que son usadas con gallardía y orgullo por guerreros defensores de la patria, combatientes que solo asesinaban se desvanecen por la brisa de los años, no tienen derecho a una historia, ni mucho menos a guardar memoria sobre ellos. (Ospina, 2013)

Guerras que se manifiestan con mayor libertad y visibilidad dentro del territorio colombiano, democracia, aquel sistema político que circula en nuestro país con total “transparencia”, son los medios quienes en sus manos tienen la responsabilidad sobre la construcción de la opinión pública, aquellos años sombríos pueden empezar a ver la luz cuando a cada colombiano le den la oportunidad de decir “su verdad”. Es el diálogo, la última carta que se juega sobre la mesa; historias, doctrinas, necesidad y poder son temas que siempre han retumbado en las salas.


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