Cada 21 de julio el mundo detiene su rutina para honrar a uno de los seres más leales y nobles al ser humano: el perro. Sin embargo, detrás de esta celebración llena de amor y compañía, se oculta un origen profundamente doloroso que invita a la reflexión. El Día Mundial del Perro fue instituido en 2004 como respuesta urgente a una alarmante realidad: el abandono masivo de perros durante la temporada de verano, especialmente en países con tradiciones vacacionales prolongadas. Familias que parten de viaje sin planes para sus mascotas fomentan que millones de estos animales terminen en las calles o en refugios.
La elección del 21 de julio no fue aleatoria. Coincide con el inicio de la época más crítica para el abandono canino, cuando el calor y los viajes multiplican dramáticamente la cantidad de perros sin hogar. La Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo público, en aquel 2004, un dato estremecedor: cerca del 70% de los perros existentes en el mundo vivían sin una familia que los cuidara, lo que reflejó un problema global de abandono y maltrato que aún en nuestros días afecta la salud y bienestar animal. Más allá de una fiesta, por tanto, la jornada busca crear conciencia sobre la importancia de la adopción responsable y la tenencia ética.
A lo largo de la historia, los perros han evolucionado de ser únicamente guardianes o compañeros de caza a ocupar un lugar fundamental en las sociedades modernas. Hoy no solo son mascotas, sino también elementos clave en terapias, labores de rescate, detección de enfermedades, y apoyo emocional. Su capacidad para conectar con el ser humano trasciende lo funcional, instaurándose como miembros queridos e indispensables en millones de hogares en todo el planeta.
Pese al cariño que suscitan, la realidad cruel de millones de ellos contrasta con la imagen idealizada. Solo en algunas ciudades, el aumento de perros en las calles es notable: por ejemplo, en Quito, Ecuador, se registró un crecimiento del 38,89% en la población canina urbana en cuatro años, la gran mayoría sin hogar ni cuidados. Este dato se replica en otros países, evidenciando la necesidad imperante de políticas públicas enfocadas en el bienestar animal y la educación comunitaria para erradicar el abandono.
Las organizaciones animalistas aprovechan el Día Mundial del Perro para promover campañas de adopción, jornadas gratuitas de vacunación, esterilización y concientización sobre el cuidado responsable. Más allá de una celebración, esta fecha se convierte en un llamado a la empatía y a la acción. El vínculo humano-perro debe comprenderse como un compromiso de por vida, que requiere afecto, responsabilidad y respeto por sus derechos y bienestar.
La problemática persiste
En cifras globales, actualmente, existen aproximadamente 900 millones de perros en el mundo, de los cuales alrededor del 70% no tienen un hogar estable y viven en la calle o refugios precarios. Esta realidad plantea un desafío urgente para la humanidad, que debe combinar amor con responsabilidad para garantizar un futuro digno a sus fieles compañeros.
En Colombia, la problemática del abandono de perros también es alarmante. Se calcula que entre 2 y 3 millones de perros viven en situación de calle en el territorio nacional. Solo en Bogotá, la capital, se reportan anualmente alrededor de 11.000 casos de abandono, y se estima que más de 66.000 perros deambulan sin control por sus calles, particularmente en localidades como Bosa y Ciudad Bolívar, donde el riesgo de maltrato y enfermedades es elevado. Según datos del Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal (IDPYBA), en 2023 se recibieron más de 11.800 reportes de abandono animal en la ciudad, cifra que sigue creciendo ante la falta de conciencia y compromiso con la tenencia responsable. En otras ciudades principales, la situación no es menos crítica, reflejando una crisis estructural que impulsa a numerosas fundaciones y programas a promover campañas de esterilización, adopción y educación comunitaria para mitigar esta realidad.




