Cada 29 de septiembre, el mundo conmemora el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, una fecha proclamada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para visibilizar una realidad urgente pero muchas veces ignorada: millones de toneladas de comida terminan en la basura mientras otras millones de personas no tienen qué comer.
De acuerdo con la FAO, aproximadamente un tercio de los alimentos producidos en el planeta se pierde o se desperdicia cada año, lo que equivale a 1.300 millones de toneladas. Mientras tanto, más de 735 millones de personas sufren hambre. La paradoja es evidente y alarmante: no es solo un problema de escasez, sino de conciencia y gestión.
En Colombia, el panorama no es diferente. Según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), el país desperdicia cerca de 9,76 millones de toneladas de alimentos al año, de las cuales 34% corresponde a frutas y verduras, y 25% a tubérculos como la papa o la yuca. Esta cantidad sería suficiente para alimentar a más de 8 millones de personas en condición de vulnerabilidad.
Las causas del desperdicio se encuentran en todos los eslabones de la cadena alimentaria: desde frutas que no se cosechan por no cumplir con estándares comerciales, hasta productos que caducan en supermercados o alimentos que desechamos en casa por mala planificación.
Sin embargo, las soluciones también están al alcance de todos. Las organizaciones internacionales y locales señalan acciones simples pero poderosas que podemos adoptar:
¿Cómo evitar que el alimento termine en la basura?
• Planificar las compras para adquirir solo lo necesario.
• Guardar y congelar correctamente los productos perecederos.
• Aprovechar las sobras en nuevas preparaciones.
• Donar o compartir alimentos en buen estado en lugar de desecharlos.
• Educar a las nuevas generaciones sobre el valor real de cada bocado.
“Tirar comida no solo es un desperdicio de recursos, es una falta de empatía”, señalan expertos en sostenibilidad alimentaria. “Cada alimento tiene detrás el esfuerzo de agricultores, agua utilizada y energía invertida”.
Este día no busca generar culpa, sino despertar responsabilidad. Porque el desperdicio de alimentos es una emergencia silenciosa, pero lo más importante es que todavía estamos a tiempo de revertirla.
La verdadera transformación comienza en los pequeños gestos cotidianos. Hoy, cada persona puede elegir si es parte del problema… o parte de la solución.





