“Después de arrojar a sus dos hijos, el hombre se lanzó al vacío”: el duro relato de los médicos que atienden a migrantes en la selva del Darién

-La erupción se extendía por las piernas y los pies del paciente. La piel estaba inflamada y roja. Mientras más se rascaba, más le picaba.
Dairen
[responsivevoice_button voice="Spanish Latin American Male" buttontext="Escuchar Noticia"]
Compartir en

Eran las 2:00 de la tarde y los médicos estaban intrigados. ¿Cuál era la causa de aquella dermatitis? Si se cumplía el pronóstico del doctor Suárez, ¿Cómo podrían tratar un contagio masivo en medio de la aislada selva del Darién?

“El paciente era un hombre venezolano de 24 años que había atravesado a pie la frontera entre Colombia y Panamá”, cuenta Suárez, infectólogo y pediatra venezolano de 67 años, especializado en Medicina Tropical.

Aquellas lesiones eran similares a las que asaltaban al especialista cuando era adolescente y visitaba con su padre la laguna de Unare, en los llanos orientales venezolanos.

Al estudiar Medicina en Caracas se enteró de que aquella erupción era provocada por cercarias, larvas de parásitos que suelen hospedarse en caracoles de río y otras fuentes de agua. Sin embargo, fallecen al ingresar en el tejido de una persona porque se extravían en la piel, el órgano más grande del cuerpo humano.

A las 7:00 de la noche, más de 20 personas se rascaban las piernas mientras hacían fila para ser atendidas por el equipo clínico del Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud de Panamá.

La erupción se llamaba dermatitis cercarial. El reto era descubrir cómo se habían contagiado los migrantes del Darién.

 

El impacto de la muerte

En enero de 2022, Suárez y un grupo de médicos latinoamericanos organizaron un operativo durante nueve días en San Vicente, un centro de recepción de migrantes donde las autoridades panameñas registran y asisten a quienes logran llegar al norte del Darién, una densa selva de más de 575.000 hectáreas, que carece de carreteras y caminos delimitados que permitan orientarse en el tránsito entre Panamá y Colombia.

Este bosque tropical húmedo, ubicado en el este de Panamá, es una barrera natural entre América Central y Sudamérica que también se conoce como el Tapón del Darién.

La Organización Internacional de las Migraciones (OIM) calcula que 133.000 personas cruzaron la región del Darién durante 2021. La mayoría fueron haitianos, cubanos y venezolanos, seguidos por ciudadanos de países tan lejanos como Bangladesh, Ghana, Uzbekistán y Senegal.

Este año, la OIM ha reportado el incremento de migrantes provenientes de Venezuela, país que atraviesa una crisis económica, política y social que ha impulsado el éxodo de más de 6 millones de personas desde 2015, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados.

De unas 500 personas atendidas durante el operativo, 70 fueron entrevistadas en profundidad por los médicos.

“Lo que más impacta a los migrantes es ver muertos por la jungla o la violencia“, asegura Suárez.

Mientras circulan videos en redes sociales de migrantes que cuentan haber perdido a sus familiares durante el recorrido, la OIM reportó que el año pasado que al menos 51 personas murieron o desaparecieron en el Darién.

 

Lanzarse al vacío

Frente a la pequeña casa de madera donde opera un servicio de envío de remesas y venta de chips y teléfonos móviles en San Vicente, los médicos del Instituto Gorgas instalaron tiendas de campaña para albergar cuatro estaciones de consulta: una de Medicina General y Tropical, una de Salud Mental, otra de Salud Reproductiva, y la última de Nutrición.

Suárez atendió a un hombre venezolano de 60 años que viajaba con dos niños, de 4 y 5 años. Aunque no encontró parecido entre ellos, asumió que eran sus nietos.

El hombre aclaró que eran hijos de una mujer haitiana que había conocido en la selva. Se los entregó para que los llevara hasta San Vicente porque ya no tenía fuerzas para caminar.

“El grado de desespero es tal que un padre puede soltar a un hijo con un desconocido para que se lo lleve al medio de la selva”, afirma Suárez.

En la misma estación del operativo, el epidemiólogo panameño Roderick Chen-Camaño recibió a un paciente venezolano que rompió en llanto al interrogarlo para llenar la historia médica.

Contó que subía una montaña junto con un grupo de migrantes, cuando la madre de una familia haitiana se desplomó.

Al comprobar que había fallecido, el esposo tomó a uno de sus dos niños y lo lanzó por el precipicio. El muchacho venezolano forcejeó con él para impedir que hiciera lo mismo con el otro, pero no lo logró. Después de arrojar a sus dos hijos, el hombre se lanzó al vacío.

Aunque ha trabajado previamente en la selva con comunidades indígenas, Chen-Camaño asegura que salió física y mentalmente exhausto del Darién.

“Pensé que estaba preparado, que no vería nada nuevo. Pero fue una experiencia completamente nueva. Tengo tres hijos y veo la cara de ellos en cada niño que atraviesa ese lugar”.

 

La suerte de Delicia

La bióloga panameña Yamilka Díaz estaba encargada de procesar las muestras de sangre y orina tomadas por los médicos para diagnosticar malaria, dengue, chikungunya, hepatitis, sífilis, la enfermedad de Chagas y el VIH.

Delicia era el motivo por el que Díaz se había sumado a aquel operativo. Era una niña de 5 años que llegó al Instituto Gorgas para ser atendida, luego de que un hombre la encontrara junto al cadáver de su madre en medio de la selva del Darién.

Cuando la bióloga le pregunta si recuerda algo, Delicia responde que a su familia se la llevó el río.

Díaz se marchó de San Vicente sin zapatos. Los donó a un venezolano de 60 años que tenía los pies infectados por un hongo que se alojaba en la tela de los suyos.

Si continuaba caminando con esos zapatos, seguiría infectándose.

“Ir al Darién y estar con los migrantes te cambia la vida. Todo lo ves diferente. Uno se puede quejar de que la gasolina está cara o de problemas en el trabajo, pero allí ves gente que de verdad tiene un problema de subsistencia“.

 

Los niños sin nombres

La pediatra venezolana Laura Naranjo, esposa del doctor Suárez, recibió a una mujer que le mostró su pasaporte venezolano para llenar la historia clínica. La doctora le dijo que era afortunada por tener aquel documento, difícil de tramitar en Venezuela.


Compartir en