En una nueva operación de expulsión que refleja el endurecimiento de las políticas de seguridad y migración de Ecuador, un grupo de ciudadanos colombianos que cumplían condenas en cárceles ecuatorianas fue entregado a las autoridades de Colombia en el Puente Internacional de Rumichaca, en la frontera entre ambos países.
La operación se llevó a cabo bajo estrictas medidas de seguridad, con escolta del Ejército ecuatoriano hasta el límite fronterizo, donde se realizó la entrega formal de los 29 ciudadanos colombianos. El asesor de fronteras de la Gobernación de Nariño, Javier Cabezas Castillo, participó en la recepción, asegurando la correcta entrada de los expulsados a territorio colombiano.
Este grupo está compuesto por 15 mujeres, quienes estaban recluidas en la cárcel de Tungurahua, y 13 hombres provenientes de la prisión de Machala. Además, se destaca el caso de una mujer que cumplía su condena en el centro carcelario de Zaruma.
Tras su llegada al lado colombiano, las autoridades de Nariño realizaron una minuciosa verificación de la identidad de cada uno de los expulsados, proceso que incluyó la recaptura de uno de ellos. Esta persona había sido requerida por la justicia colombiana por delitos previos cometidos en su país de origen.
El Instituto Departamental de Salud de Nariño, por su parte, asumió la responsabilidad de realizar una valoración médica de los expulsados. El objetivo de este procedimiento es garantizar que los retornados no presenten condiciones de salud que puedan representar un riesgo sanitario para la población.
Esta operación ocurre en el marco de un conjunto de deportaciones y expulsiones que Ecuador ha venido ejecutando en los últimos meses, como parte de un plan integral de control penitenciario y migratorio. Ecuador ha intensificado sus esfuerzos para regularizar su sistema carcelario, que en los últimos años ha sufrido una creciente sobrepoblación y situaciones de violencia interna.
El traslado y la expulsión de los colombianos son vistos como parte de una estrategia de Ecuador para lidiar con la crisis en sus centros de reclusión, aunque también se ha generado preocupación por el impacto que estas decisiones pueden tener sobre los derechos de los expulsados.




