La voz de Willinton Ortiz retumba con impotencia. Su denuncia pública contra el colegio Isaac Newton de Neiva revive la indignación ciudadana por lo que califica como un acto de negligencia institucional que puso en riesgo la vida de su hijo, un menor de segundo grado víctima de presunto bullying. Lo que comenzó como un juego de fútbol terminó en una agresión, una lesión grave y un calvario médico que ha dejado cicatrices físicas y emocionales.
El padre asegura que el 27 de mayo, durante una salida al Parque Metropolitano de Las Palmas, su hijo fue golpeado por un compañero. La patada, lejos de ser un accidente, según el relato del niño, estuvo acompañada de insultos clasistas y amenazas para silenciarlo. “Me dicen pobre, que recojo monedas en semáforos, que recojo basura”, narró entre lágrimas el pequeño a su familia.
La situación se agravó cuando la docente a cargo, en lugar de activar protocolos de atención, desestimó la queja del menor. Ortiz sostiene que nunca se informó a los padres del accidente, ni se brindó la atención médica inmediata. Solo al llegar a casa evidenciaron la hinchazón en la pierna del niño, que días después terminó hospitalizado con diagnóstico de osteomielitis, sometido a dos cirugías y con riesgo de complicaciones mayores.
El colegio, en vez de asumir responsabilidades, intentó trasladar el caso como un simple accidente escolar. Incluso, señala el padre, quisieron activar una póliza que no cubre situaciones derivadas de hostigamiento o lesiones personales. “Lo quieren pasar como un resbalón, pero fue un ataque directo en medio de un contexto de bullying reiterado”, enfatizó Ortiz.
Denuncia formal
Asesorado por el docente Leonardo Narváez, el padre interpuso un derecho de petición con 14 preguntas sobre protocolos, idoneidad docente y licencias de funcionamiento. Las respuestas, asegura, fueron evasivas. Ante ello, acudió a la Fiscalía General de la Nación, donde ya cursa una denuncia por el presunto delito de hostigamiento tipificado en el Código Penal.
Lo más grave, según Ortiz, es la permisividad de la Secretaría de Educación al autorizar colegios que, como el Isaac Newton, carecen de zonas de recreación y trasladan a menores a parques públicos sin autorización expresa de los padres ni garantías de seguridad. “Si el colegio no tiene espacios adecuados, ¿por qué le dieron licencia de funcionamiento?”, cuestiona.
El reclamo
Con gastos médicos que superan su capacidad económica, y un hijo convaleciente que hoy depende de terapias y controles médicos, Ortiz exige respuestas claras. “No se trata de dinero, sino de dignidad y de seguridad. Mi hijo no es un número en una matrícula, es un ser humano con derechos”, afirmó.
El silencio del colegio y la falta de acompañamiento oficial alimentan la polémica. Mientras tanto, la comunidad educativa observa con preocupación cómo un caso de bullying termina convertido en un espejo de la fragilidad institucional y de la vulnerabilidad de los menores en entornos escolares que, en teoría, deberían protegerlos.

