Hasta hace unas décadas, la imagen del gimnasio en Pasto estaba asociada casi exclusivamente a los hombres que buscaban desarrollar masa muscular o entrenarse para la competencia deportiva. Las mujeres, por su parte, se inclinaban por otras actividades como el baile o la caminata al aire libre. Hoy, esa percepción ha cambiado radicalmente: los gimnasios de la ciudad se han convertido en un lugar de convivencia, inclusión y cuidado integral, en el que hombres y mujeres comparten el mismo espacio, las mismas máquinas y, sobre todo, el mismo objetivo: sentirse bien.
Impacto
En el gimnasio Imperio, ubicado en la capital nariñense, la jornada inicia desde las cinco de la mañana. El sonido de las pesas golpeando suavemente el piso, el ritmo constante de las caminadoras y el murmullo de las conversaciones entre series crean una atmósfera única. Allí, personas de diferentes edades, profesiones y estilos de vida coinciden en un punto común: el deseo de liberar tensiones, ganar energía y mejorar su calidad de vida.
La psicóloga y deportista Johanna Fuenmayor, quien entrena a diario en este centro, asegura que el ejercicio físico tiene un impacto directo en la salud mental:
“El cuerpo y la mente están conectados. Una rutina constante de actividad física ayuda a reducir la ansiedad, controlar el estrés y aumentar la autoestima. El gimnasio es, para muchos, un espacio terapéutico en el que las preocupaciones se quedan en la puerta”.
Entrenamiento
Pero no se trata solo de levantar pesas o correr. La oferta de actividades en lugares como Imperio se ha diversificado: clases de yoga para mejorar la flexibilidad y la concentración; entrenamientos funcionales que combinan fuerza y resistencia; y sesiones de cardio dance donde la música y el movimiento generan un ambiente de alegría colectiva. Esta variedad ha permitido que más personas encuentren su propio camino dentro del mundo fitness.
En los últimos años, el número de mujeres que practican levantamiento de pesas ha crecido notablemente en Pasto. Lejos de la idea de que este tipo de entrenamiento “masculiniza” la figura, muchas han descubierto que mejora la postura, tonifica el cuerpo y fortalece la confianza. Lo mismo ocurre con hombres que ahora participan en clases de estiramiento, pilates o baile, demostrando que el ejercicio no tiene género, sino beneficios universales.
El entrenador local Carlos Montenegro destaca que este cambio cultural ha enriquecido el ambiente en los gimnasios: “Cuando entrenan juntos, hombres y mujeres se motivan mutuamente. Se rompen prejuicios y se genera un sentido de comunidad muy fuerte. Aquí no importa tu nivel físico; lo importante es que te esfuerces y te superes a ti mismo”.



