Cundinamarca enfrenta el reto silencioso de la salud mental

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En medio del crecimiento urbano, las transformaciones sociales y los cambios acelerados que vive el país, la salud mental se ha convertido en uno de los desafíos más urgentes para Cundinamarca. Aunque durante años el tema permaneció relegado a un segundo plano, hoy emerge como una prioridad tanto para las instituciones como para las comunidades, que reconocen la necesidad de abordar el bienestar emocional desde una perspectiva integral.

Profesionales del sector salud señalan que en los municipios más cercanos a Bogotá se observa un incremento en las consultas por ansiedad, depresión y estrés asociado a las dinámicas laborales y de movilidad. En contraste, en las zonas rurales persisten barreras de acceso a servicios especializados y una fuerte estigmatización que dificulta la búsqueda de atención oportuna.

Los centros de atención primaria en varios municipios han comenzado a incorporar estrategias de prevención y promoción del bienestar, incluyendo talleres comunitarios, acompañamiento psicosocial y campañas educativas. Sin embargo, los expertos advierten que los esfuerzos aún resultan insuficientes frente a la demanda real, especialmente en poblaciones vulnerables como jóvenes, mujeres y adultos mayores.

Docentes y líderes locales subrayan además que, tras los años de pandemia, las escuelas se han convertido en uno de los escenarios donde con mayor claridad se evidencian los cambios emocionales en niños y adolescentes. Las instituciones educativas trabajan en alianzas con el sector salud para fortalecer programas de convivencia escolar y apoyo psicológico.

Mientras tanto, organizaciones sociales y colectivos ciudadanos han impulsado iniciativas de escucha comunitaria, primeros auxilios emocionales y activación de redes de apoyo. Estas propuestas muestran que el abordaje de la salud mental no depende únicamente del sistema sanitario, sino también del tejido social que se teje en cada municipio.

El reto para Cundinamarca consiste ahora en consolidar una estrategia articulada que logre equilibrar la atención clínica con la prevención, enfrentar el estigma y llevar los servicios a zonas donde el acompañamiento profesional sigue siendo limitado. Lo que está en juego no es solamente la reducción de indicadores, sino la calidad de vida de miles de habitantes que buscan ser escuchados y atendidos en un tema que, aunque silencioso, atraviesa todos los aspectos de la vida cotidiana.


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