Cúcuta: La Guerra Silenciosa que está destrozando la ciudad

Es imperativo que el gobierno nacional intervenga de manera contundente y efectiva. Es necesario reforzar la seguridad con una estrategia integral que no solo ataque a las bandas criminales, sino que también erradique la corrupción dentro de las fuerzas del orden. Además, se debe proporcionar protección y apoyo a los comerciantes y periodistas que son víctimas de estas redes criminales.
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Cúcuta, la capital de Norte de Santander, está bajo el asedio de una guerra silenciosa que la tiene en un estado de crisis permanente. La ciudad, conocida por su histórica relevancia comercial y estratégica, ahora enfrenta un incremento alarmante en la violencia, la extorsión y la corrupción. Dos presos, Evert Carreño Corredor, alias Porras, y Jayson Pabón Garavito, alias Pepino, son señalados como los principales arquitectos de esta ola de terror que tiene a los cucuteños viviendo en constante miedo.

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Los informes de inteligencia revelan que estos dos delincuentes, a pesar de estar tras las rejas, han logrado mantener y expandir su influencia. Alias Porras, desde la cárcel La Picota de Bogotá, ha tejido una red de sicarios y alianzas con 18 grupos ilegales. Su enemigo, alias Pepino, ha encontrado refugio y respaldo en las disidencias de las Farc, dirigiendo operaciones criminales mientras evade su condena domiciliaria. Esta confrontación entre bandos rivales ha convertido a Cúcuta en un campo de batalla urbano.

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Entre el 1 de enero y el 14 de junio de este año, se han registrado 128 homicidios violentos en la ciudad, un aumento del 20% en comparación con el mismo periodo del año anterior. La mayoría de estas muertes son producto directo de esta lucha entre bandas criminales que disputan el control de las rentas ilegales del narcotráfico. La extorsión, la trata de personas y la venta de armas.
La situación es insostenible para los comerciantes locales, quienes están siendo asfixiados por la extorsión. Obligados a pagar grandes sumas de dinero para financiar la violencia que los rodea, muchos se enfrentan a la quiebra o a la huida de la ciudad. Esta extorsión no solo destruye negocios, sino que también socava la economía local, generando desempleo y desestabilidad social.
Los periodistas, que deberían ser los guardianes de la verdad y los informadores de la comunidad, también están bajo amenaza constante. Las restricciones y las intimidaciones limitan su capacidad para reportar con precisión y profundidad lo que ocurre en Cúcuta, silenciando voces cruciales y dejando a la población desinformada.
La corrupción dentro de la policía es un componente crítico de esta crisis. Informes sugieren que algunos uniformados han sido comprados para frenar los operativos y permitir que las actividades criminales continúen sin interrupción.

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