Hace un par de semanas salió a la luz que Google le bloqueó la cuenta a un padre de familia por enviar fotos de su hijo desnudo. El hecho ocurrió en San Francisco, Estados Unidos: Mark, un ingeniero, argumentó que envió un par de imágenes del pene de su hijo al pediatra para que viera la evolución de una infección que sufría el menor. Al parecer, los algoritmos de Google interpretaron esto como una violación “grave” a las políticas de la compañía. Según publicó The New York Times, la cuenta del padre fue bloqueada dos días después de que le sacara las fotos al pequeño y, antes de que esto ocurriera, le envió una alerta sobre posible caso de “explotación y abuso infantil”. El acontecimiento ocurrió en 2021, en plena pandemia por el covid-19, cuando muchas consultas se hacían a través de dispositivos electrónicos. Pero este no es el único caso relacionado con el cierre de cuentas. En enero del año pasado Twitter le cerró la cuenta al expresidente Donald Trump por incitar al odio en sus publicaciones y, dos meses después, YouTube bloqueó los videos donde el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, recomendaba la hidroxicloroquina como remedio contra el coronavirus. En este universo llamado Internet, ¿de qué hablamos cuando hablamos de censura y libertad de expresión?
Lo primero es entender que estas redes, plataformas y medios sociales son, en esencia, empresas llevadas a un modelo digital. Es decir, estas grandes compañías son quienes definen sus propios términos y condiciones, las reglas de juego que los usuarios aceptan antes de ingresar. Google, Facebook, Instagram, Twitter, YouTube, TikTok, por mencionar algunas, tienen un perfil definido que quieren conservar y eso es lo que finalmente hace que la gente quiera estar en ellas. ¿Y esto dónde está plasmado? En los términos y condiciones. Estas plataformas no diseñan una estructura a la medida del usuario, por el contrario es el usuario quien se debe comportar de acuerdo a las medidas que establece cada uno de estos medios.
Ana María Mesa, abogada experta en derecho de las tecnologías, dice que, lamentablemente, la mayoría de usuarios que abren una cuenta o se suscriben lo hacen sin leer este apartado, dejando a un lado esta responsabilidad que es personal y no de los gigantes tecnológicos. Esto se podría explicar así: claro que en estos espacios hay derecho a la libre expresión, pero bajo unos límites que establecen las compañías. “Todos los derechos fundamentales de las personas no son absolutos, hay un grado de relatividad, incluso es un ejercicio de libre expresión también evitar que existan ciertos comentarios que denigran a otros”.
Además, explica la experta, siempre que se elimina, bloquea o suspende de manera temporal un contenido o cuenta, los equipos de investigación de estos medios sociales hacen un estudio previo para tomar la decisión. “Más que una prohibición a difundir el pensamiento, es poner unos límites a difundir un pensamiento que pueda afectar la dignidad humana de otros”, agrega.




