Como en la actualidad, medir el tiempo siempre ha sido algo que todas las civilizaciones han hecho durante años. En la antigüedad la gente rápidamente buscó una forma precisa de medir el paso del tiempo para organizar mejor los días, y tener un orden en su vida social. Pero, ¿Cuál fue el primer reloj de la historia ?
Desde el principio de la civilización, el hombre ha experimentado la necesidad de medir el tiempo, para así regular sus hábitos y quehaceres. Las primeras civilizaciones agrícolas desarrollaron los primeros calendarios, muy útiles para determinar los períodos de siembra y cosecha. No obstante, pronto se hizo patente la necesidad de contar con instrumentos más precisos que los calendarios, especialmente en la navegación, pues era necesario compensar de alguna forma la falta de exactitud de estos primitivos medios. Esto motivó a sabios de diversos pueblos a idear mecanismos confiables para regular el tiempo.
Cada época ha encontrado su propia forma de dominar el tiempo. Desde las clepsidras (reloj de agua) de la Antigüedad hasta los primeros relojes electrónicos, los avances en su medición fueron consecuencia de necesidades prácticas que a la postre dieron lugar a nuevas tecnologías. Entre los siglos XVII y XIX, la relojería mecánica había sido una de las principales herramientas en el tránsito de un mundo agrario, marcado por el transcurso de las estaciones, a un mundo urbano e industrial que descubría la productividad y la precisión.
El primer reloj de sol
Este invento paso a los egipcios, quienes a este Gnomon, le incorporaron una circunferencia dividida en partes y crearon el primer reloj de sol. En Egipto fue encontrado un reloj de sol de hace 1500 a.C. Eran dos bloques de piedra, una que hacia de aguja y la otra de forma circular, donde se marcaban las horas. Primero, los egipcios comenzaron dividiendo la noche, y más tarde el día, en doce decenas. Aunque las “horas” que resultaban de este método no fueron iguales, variando la noche y el día según las estaciones
Estos relojes continuaron durante años, y se fueron mejorando, los había verticales, horizontales… Sin embargo, estos relojes tenían sus inconvenientes. Eran imprecisos y solo se podían utilizar con el sol, de noche se volvían inútiles y en caso de querer transportarlos, se hacia una tarea complicada.
Otro ingenioso invento fue la vela-reloj, desarrollada por los anglosajones, que consistía en una vela marcada a intervalos regulares, permitiendo así medir el tiempo según se derretía la cera.
Alrededor del siglo XIII d. de C. se popularizó el reloj de arena, formado por dos recipientes de vidrio unidos por su parte más estrecha, a través de la cual caía arena. El tiempo que tardaba en vaciarse un recipiente era equivalente a una hora.
Los primeros relojes mecánicos conocidos funcionaban con grandes pesos que hacían girar una sola manivela. Estos relojes eran muy rudimentarios e inexactos. Un gran avance en el logro de la precisión fue la invención del péndulo como mecanísmo regulador, realizada por Christiaan Huygens (1629- 1695) en el año 1657. La idea de Huygens permitió, además, agregar al reloj el minutero, con lo cual este instrumento ganó en exactitud y confiabilidad.
Sin embargo, los relojes de bolsillo seguían estando reservados a nobles y burgueses, y su precisión continuó siendo precaria. A lo largo del siglo XIX fueron objeto de una serie de mejoras técnicas que incrementaron su calidad, como la incorporación del escape de áncora, un dispositivo que convierte un movimiento rotacional continuo en uno oscilatorio. Con la industrialización, la producción en masa y el consiguiente abaratamiento hicieron posible que, por primera vez en la historia, la hora dejase de ser patrimonio de unos pocos —o de estar disponible únicamente en la torre de la iglesia, el ayuntamiento o la fábrica— para pasar a ser un bien al alcance de cualquier hijo de vecino.




