El ESO Hospital Universitario Hernando Moncaleano Perdomo vive una situación crítica. Su servicio de urgencias, diseñado para una capacidad limitada, opera hoy 166% por encima de lo permitido, según confirmó su gerente, Juan Diego Fierro Oliveros.
La institución, que atiende casos de alta complejidad para todo el sur del país, enfrenta diariamente un flujo de pacientes que supera los recursos humanos, técnicos y físicos disponibles. El panorama se agrava por las obras de adecuación que actualmente se ejecutan en el área, reduciendo espacios y aumentando los tiempos de espera.
“Seguimos atendiendo sin límites, pero el exceso de demanda genera traumatismos en los procesos y dificulta la disponibilidad inmediata de camillas”, reconoció Fierro.
El llamado del hospital a que la ciudadanía acuda primero a centros de baja y mediana complejidad destapa un problema estructural: la red pública de salud del Huila está fragmentada y sin capacidad de respuesta.
Los hospitales municipales, saturados o sin insumos, terminan remitiendo pacientes que podrían ser tratados localmente. El resultado: una cadena de colapso que desemboca en el Moncaleano, donde las urgencias se han convertido en un embudo sin salida.
Mientras tanto, familiares de pacientes denuncian esperas prolongadas de más de 10 horas, hacinamiento en pasillos y atención en condiciones poco dignas. “Esto no es un hospital, es una batalla por respirar”, relató uno de los acompañantes que aguardaba cama para su madre.
Gestión
Aunque Fierro Oliveros insiste en que se mantienen los estándares de atención y que la prioridad es “salvar vidas”, el desborde de pacientes pone en duda la eficacia de la planeación institucional.
Sectores ciudadanos y sindicales señalan que la situación no solo obedece al alto flujo de usuarios, sino también a falta de gestión y coordinación con los demás niveles de atención.
Las obras, que buscan mejorar la infraestructura hospitalaria, se desarrollan sin un plan alterno sólido para redistribuir la carga asistencial.
Un llamado a la acción
El gerente del hospital pide a la comunidad “uso racional del servicio de urgencias”, pero los pacientes replican que no hay otra opción: los demás centros no funcionan, y cuando la vida está en juego, no hay racionalidad que valga.
La crisis del Moncaleano deja claro que el problema no es solo de infraestructura, sino de un sistema que se desangra en improvisación y lentitud.