La decisión se tomó horas después de que se filtraran audios del excanciller Álvaro Leyva
La crisis diplomática entre Colombia y Estados Unidos dio un nuevo giro este miércoles 3 de julio, cuando el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, ordenó el retiro del encargado de negocios de su país en Colombia, John T. McNamara. El diplomático fue llamado a consultas y deberá abandonar Bogotá para presentarse en Washington, en respuesta a lo que el Departamento de Estado calificó como “declaraciones infundadas” desde el alto gobierno colombiano.
La medida refleja un profundo malestar en la capital estadounidense, donde se considera que las acusaciones hechas por el presidente Gustavo Petro y otros funcionarios de su administración han deteriorado la confianza bilateral. Aunque el comunicado oficial no menciona nombres concretos, la decisión se tomó horas después de que se filtraran audios del excanciller Álvaro Leyva, en los que habría planteado reuniones con congresistas republicanos para hablar de un eventual apoyo a un golpe de Estado contra Petro.
La reacción desde la Casa de Nariño
En Bogotá, el presidente Petro respondió rápidamente anunciando también la llamada a consultas del embajador colombiano en Washington, Daniel García Peña. A través de su cuenta de X, afirmó que el diplomático deberá regresar para informar sobre el estado de la agenda bilateral. En el mismo hilo, el mandatario bajó parcialmente el tono y dijo que “Marco Rubio no estuvo realmente metido” en el supuesto plan, aunque insistió en que existe un golpe “en flagrancia” que debe ser investigado.
Tensión creciente en la sede diplomática de EE. UU. en Bogotá
Fuentes diplomáticas aseguran que la salida de McNamara generó desconcierto en la sede de la Embajada de EE. UU. en Bogotá, una de las misiones más activas del país. Además, la decisión llega en un momento de inestabilidad política interna en Colombia, con la reciente renuncia de la canciller Laura Sarabia, lo que agudiza la falta de interlocutores claros frente a Washington.
La relación entre ambos países, tradicionalmente cercana, enfrenta ahora uno de sus capítulos más frágiles en años. Bogotá se convierte así en el epicentro visible de una disputa diplomática que, de no solucionarse pronto, podría tener consecuencias para el comercio, la cooperación judicial y las relaciones políticas entre los dos gobiernos.




