Crisis de seguridad el Estado no pudo

Colombia, tierra de contrastes y desafíos, enfrenta una problemática de inseguridad que ha alcanzado niveles alarmantes bajo el mandato del presidente Petro. Lo que una vez fue un país vibrante y esperanzador, hoy se ve sumido en una espiral de violencia y desorden, exacerbada por políticas fallidas y una gestión gubernamental cuestionable.
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Colombia, tierra de contrastes y desafíos, enfrenta una crisis de seguridad que ha alcanzado niveles alarmantes bajo el mandato del presidente Petro. Lo que una vez fue un país vibrante y esperanzador, hoy se ve sumido en una espiral de violencia y desorden, exacerbada por políticas fallidas y una gestión gubernamental cuestionable.
El gobierno de Petro ha sido testigo de un deterioro progresivo en las estructuras de seguridad del Estado colombiano. Las promesas de cambio y progreso se han desvanecido en medio de un caos cada vez más palpable. Una combinación volátil de insurgencia armada, narcotráfico desenfrenado y una creciente impotencia del Estado para proteger a sus ciudadanos.

Crisis de seguridad

Desde su ascenso al poder, la administración de Petro ha mostrado una alarmante ineptitud para abordar las raíces profundas de la inseguridad. Mientras las FARC y el ELN continúan amenazando la paz interna con sus actividades terroristas y de narcotráfico. El gobierno ha parecido más interesado en agendas ideológicas que en proteger a los ciudadanos comunes de las garras del crimen organizado.

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La corrupción rampante y una economía distorsionada por el narcotráfico han debilitado aún más las instituciones estatales, dejando a vastas regiones del país a merced de grupos armados ilegales y paramilitares. Las fuerzas del orden, desbordadas y mal equipadas, luchan por contener una violencia que parece no tener fin. Mientras que la población rural enfrenta un estado de naturaleza hobbesiano, donde la ley del más fuerte prevalece.

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El impacto de esta crisis de seguridad no se limita a las fronteras colombianas. Con el narcotráfico y la violencia desbordándose, Colombia se ha convertido en un epicentro de inestabilidad regional, con repercusiones que trascienden sus límites geográficos.
Es imperativo que el gobierno de Petro reconozca la gravedad de la situación y tome medidas concretas y efectivas para restaurar la seguridad y la confianza pública. No más excusas ni justificaciones políticas: Colombia necesita un liderazgo decidido que priorice el bienestar de sus ciudadanos sobre cualquier otra consideración. La comunidad internacional también tiene un papel crucial que desempeñar.

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