Transformación de fotos en ilustraciones estilo Ghibli desata debate global
En las últimas semanas, una tendencia impulsada por la nueva versión de ChatGPT ha inundado las redes sociales: la transformación de fotografías personales en ilustraciones al estilo del afamado Studio Ghibli. Sin embargo, esta moda ha generado una ola de preocupaciones éticas, legales y ambientales, según advierte Rafael Alberto Méndez-Romero, decano de la Escuela de Ingeniería, Ciencia y Tecnología de la Universidad del Rosario.
Cuestionamientos sobre derechos de autor
El uso de inteligencia artificial generativa para crear contenido visual, textual o sonoro ha desatado un acalorado debate. Modelos como DALL·E, Midjourney o Stable Diffusion han sido entrenados con millones de imágenes extraídas de internet sin el consentimiento de sus creadores. De acuerdo con la investigadora Kate Crawford en Atlas of AI, estos sistemas reflejan estructuras de poder y lógicas económicas poco transparentes.
«La replicación automática de estilos artísticos sin autorización no solo plantea un vacío legal, sino que también trivializa el trabajo creativo de décadas», señala Méndez-Romero. Esta práctica pone en duda los conceptos de autoría y propiedad intelectual en la era digital.
Preocupaciones por privacidad y uso de datos
Otro aspecto crítico es la falta de transparencia sobre el destino de los datos generados en estas plataformas. Aunque OpenAI asegura que no entrena sus modelos con las imágenes subidas por los usuarios en ChatGPT, persisten dudas sobre el almacenamiento y uso de estos datos.
«El valor de estas plataformas no reside solo en el contenido que producen, sino en los rastros de comportamiento que capturan», advierte Méndez-Romero, citando a Shoshana Zuboff en The Age of Surveillance Capitalism. Esto refuerza la preocupación sobre el extractivismo digital, donde la información personal se convierte en un recurso explotable.
El alto costo ambiental de la IA generativa
El impacto ecológico de la inteligencia artificial también está en la mira. Un estudio de la Universidad de California, Riverside, revela que generar una sola imagen con IA puede consumir entre 2 y 4 litros de agua para el enfriamiento de servidores.
«Cada imagen viral podría equivaler al gasto de hasta ocho botellas de agua», advierte Méndez-Romero. En un contexto de crisis climática, el alto consumo de recursos de estas tecnologías plantea un desafío urgente.
Universidades instan a una regulación responsable
Ante estos desafíos, la Escuela de Ingeniería, Ciencia y Tecnología de la Universidad del Rosario llama a una acción inmediata. La institución propone cuatro líneas clave para enfrentar la problemática:
- Desarrollar marcos éticos y legales para el uso de datos en modelos de IA.
 - Incluir la alfabetización crítica en IA en los currículos educativos.
 - Impulsar investigaciones interdisciplinarias sobre el impacto social y ambiental de la IA.
 - Diseñar tecnologías sostenibles y responsables en colaboración con diversos sectores.
 
«La inteligencia artificial no es solo una herramienta de innovación, sino un reflejo de nuestras prioridades como sociedad. Por ello, su implementación debe estar acompañada de un pensamiento crítico y de revisiones constantes para evitar que reproduzca las mismas injusticias que buscamos superar”, concluye Méndez-Romero.

															


