La COP30 —la 30ª Conferencia de las Partes de la ONU sobre Cambio Climático— se celebró en Belém (Brasil) con representación de decenas de países, gobiernos, organizaciones ambientales, pueblos indígenas y sociedad civil.
El objetivo principal: avanzar en la lucha global contra el cambio climático, con especial atención a adaptación, financiación, deforestación y —fundamental— transición energética.
Qué sí se consiguió — los “avances”
Se aprobó un acuerdo llamado Global Mutirão, que contempla medidas de adaptación climática, financiamiento y cooperación internacional.
Entre las medidas respaldadas está la promesa de triplicar la financiación para adaptación climática —esto apunta a ayudar a los países más vulnerables a enfrentar los impactos del cambio climático.
Se aprobó además un mecanismo de “transición justa”, buscando que el cambio hacia economías más verdes tome en cuenta a trabajadores, comunidades vulnerables, pueblos indígenas y otros grupos afectados.
El consenso global del acuerdo, con la participación de la mayoría de países, fue presentado como una señal de que la cooperación internacional en materia climática permanece viva —a pesar de diferencias geopolíticas.
Estos avances sí marcan pasos concretos: ayudan a movilizar recursos, dan esperanza para protección social y ambiental, y mantienen el tema climático en la agenda global.
Qué no se logró — lo que preocupa
No se incluyó una hoja de ruta global para eliminar progresivamente los combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón). Esa era una de las principales demandas de muchos países y organizaciones, pero fue bloqueada en la negociación final.
El documento final omite cualquier referencia explícita a abandonar los combustibles fósiles o reducir su uso.
Tampoco se aprobó un plan vinculante y ambicioso para detener o revertir la deforestación, un elemento fundamental considerando que la COP se celebró en la Amazonía.
Muchas organizaciones ambientales, así como delegados de varios países, calificaron el resultado como “pobre”, “insuficiente” o “un retroceso”.
El bloque de países productores de combustibles fósiles (como Arabia Saudita, Rusia, y otros) jugó un papel decisivo en bloquear compromisos clave sobre energía, lo que puso de relieve los intereses económicos por encima de la urgencia climática.
En síntesis: la cumbre no logró transformarse en un punto de inflexión real hacia energías limpias y abandonar los fósiles, dejando muchas de las demandas urgentes sin respuestas claras.
¿Por qué importa esta mezcla de avances y omisiones?
- Impacto para países vulnerables — Los compromisos de adaptación y financiación pueden significar recursos importantes para enfrentar sequías, inundaciones, pérdida de biodiversidad, crisis climáticas.
- La urgencia del cambio climático — Expertos advierten que sin reducción real de combustibles fósiles, las medidas de adaptación podrían no ser suficientes. La omisión de un roadmap puede hacer insuficiente cualquier acción para mantener el límite de calentamiento global.
- Presión social y política — Las movilizaciones, denuncias de pueblos indígenas y organizaciones ambientales muestran que estas decisiones importan: la presión social está latente, pero la voluntad política sigue dividida.
- Riesgo de estancamiento — Que se gane tiempo con financiamiento sin cambiar el patrón energético global podría atrasar los objetivos de descarbonización y agravar futuras crisis.



