La ciencia aporta nueva evidencia sobre cómo el entorno en el que vivimos impacta directamente en nuestra salud cerebral. Un estudio internacional demostró que la exposición prolongada a la contaminación del aire aumenta significativamente el riesgo de desarrollar demencia, en particular la demencia por cuerpos de Lewy.
La contaminación y su vínculo con la demencia
Investigadores de la Universidad Johns Hopkins y la Universidad de Columbia analizaron datos de más de 50 millones de personas en Estados Unidos entre 2000 y 2014. Los resultados mostraron que quienes habitan en zonas con mayor presencia de partículas finas en el aire (PM₂.₅) tienen un riesgo más alto de desarrollar esta enfermedad neurodegenerativa.
La demencia por cuerpos de Lewy representa entre el 10 % y el 15 % de los casos de demencia y se asocia con acumulaciones tóxicas de proteínas en el cerebro. El estudio reveló que la contaminación favorece estos procesos dañinos, desencadenando deterioro cognitivo y alteraciones neuronales.
Evidencia científica complementaria
El hallazgo se suma a un metaanálisis liderado por la Universidad de Cambridge, publicado en The Lancet Planetary Health. Este trabajo revisó más de 50 estudios con 29 millones de participantes y concluyó que:
- Cada incremento de 10 µg/m³ de PM₂.₅ eleva un 17 % el riesgo de demencia.
- Aumentos similares de NO₂ incrementan el riesgo en un 3 %.
- El hollín eleva en 13 % la probabilidad de desarrollar esta enfermedad.
Los resultados coinciden en que no existen niveles “seguros” de exposición, ya que incluso concentraciones bajas impactan en el cerebro.
Estudios experimentales que confirman el vínculo
Ensayos con ratones expuestos a contaminantes reprodujeron los mismos efectos observados en humanos: deterioro cognitivo, muerte neuronal y alteraciones genéticas. Estos experimentos refuerzan la hipótesis de que los contaminantes del aire desencadenan inflamación cerebral, estrés oxidativo y acumulación de proteínas dañinas.
Implicaciones para la salud pública
La relación entre contaminación del aire y demencia abre un debate crucial sobre la necesidad de reforzar políticas ambientales más estrictas. Disminuir las emisiones de partículas finas y óxidos de nitrógeno no solo beneficiaría al medio ambiente, sino también a la salud cerebral de millones de personas.
A nivel individual, reducir la exposición en áreas de alta polución, mantener un estilo de vida saludable y fomentar hábitos de protección respiratoria pueden ser pasos útiles para mitigar los riesgos.
Conclusión
La evidencia científica es contundente: la contaminación del aire no solo afecta los pulmones o el corazón, también amenaza la salud del cerebro. La conexión entre contaminación del aire y demencia debe ser tomada en cuenta en los planes de salud pública y en la vida cotidiana para proteger a las generaciones actuales y futuras.



