En un planeta marcado por conflictos armados, intolerancia y desigualdades, el 2 de octubre la comunidad internacional celebra el Día Internacional de la No Violencia, instaurado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2007 para honrar el natalicio de Mahatma Gandhi (1869-1948), líder espiritual y político que demostró que la resistencia pacífica podía transformar sociedades enteras.
La efeméride busca difundir un mensaje universal de paz, tolerancia y respeto, recordando que la no violencia no significa pasividad, sino una forma activa y valiente de enfrentar las injusticias. Gandhi lo demostró con acciones como la Marcha de la Sal de 1930, un acto de desobediencia civil que movilizó a miles de personas contra el dominio británico y se convirtió en símbolo mundial de dignidad.
Su filosofía de resistencia pacífica, conocida como satyagraha (“la fuerza de la verdad”), trascendió fronteras e inspiró a líderes como Martin Luther King Jr., en el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, y a Nelson Mandela, en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. Ambos mostraron al mundo que la fuerza moral y la unión de los pueblos podían derrotar incluso a los sistemas más opresivos.
Hoy, la vigencia del mensaje es incuestionable: mientras persisten conflictos armados en distintas regiones del planeta y millones de personas sufren violencia cotidiana —desde la discriminación hasta el acoso escolar y la violencia de género—, la ONU recuerda que este día es una oportunidad para reflexionar, educar y actuar. Escuelas, universidades y comunidades organizan actividades que promueven la cultura de la paz, el diálogo y la resolución pacífica de los conflictos.
En muchos países, incluida nuestra región, la jornada se acompaña de foros, caminatas simbólicas y programas educativos que buscan sembrar en las nuevas generaciones el valor de la empatía y la convivencia pacífica.
El mensaje central trasciende los discursos oficiales: la paz empieza en lo cotidiano, en la forma de hablar, de escuchar y de resolver las diferencias. Un gesto de respeto, una palabra amable o la capacidad de ponerse en el lugar del otro son semillas que, multiplicadas, pueden cambiar al mundo.


