Con soberbia, alcalde ignora reclamos culturales.

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El 10 de enero, durante la reunión del Consejo de Cultura de Tunja, se evidenció, una vez más, el desdén y la desconexión de la administración municipal con el sector cultural de la ciudad. Lo que debió ser un espacio de diálogo, reflexión y construcción conjunta, se transformó en un escenario de soberbia por parte del alcalde, quien mostró una actitud arrogante al rechazar las críticas, y un silencio cómplice de Jorge Espíndola Suárez, secretario de cultura, quien permaneció indiferente y ausente ante las demandas de los actores culturales.

El único consejero cultural que levantó la voz de manera clara y contundente fue el encargado de señalar la pésima gestión del evento más importante de la cultura boyacense: el Aguinaldo Boyacense. Este evento, que se supone debe ser una vitrina de lo mejor de las expresiones culturales de la región, ha sido señalado repetidamente por la falta de organización y la negligencia administrativa. Entre los principales reclamos, se encuentran los pagos atrasados a los artistas locales, lo que genera un profundo malestar en un sector ya de por sí marginado. Además, se denunció que los recursos públicos destinados a la cultura en este evento han sido aprovechados por operadores externos que no tienen ningún vínculo directo con el municipio, dejando a los artistas y trabajadores locales en una situación de precariedad económica.

Uno de los puntos más criticados por este consejero cultural fue la instauración de los palcos VIP durante el evento, que representan una clara muestra de desigualdad social y una contradicción frente a la naturaleza misma del Aguinaldo Boyacense. Dichos palcos, reservados exclusivamente para unas pocas personas, son un símbolo de discriminación, pues se les priva a muchos tunjanos de disfrutar de una fiesta pública que debería ser para todos, sin distinciones de clase. Este gesto de elitismo y exclusión refuerza aún más la imagen de una administración municipal distante de las necesidades de su gente y más interesada en complacer a unos pocos privilegiados.

Mientras tanto, el silencio del secretario de cultura, Jorge Espíndola Suárez, fue desconcertante. Durante toda la reunión, no emitió una sola palabra de defensa a favor de los artistas ni mostró alguna postura frente a las denuncias que se estaban realizando. Su actitud pasiva y su falta de intervención solo aumentaron la percepción de que su rol como representante del sector cultural es totalmente ineficaz. En lugar de tomar la palabra para mediar entre las partes, o al menos escuchar y gestionar los reclamos de los involucrados, Espíndola Suárez se mostró ausente y desinteresado, dejando en evidencia su desconexión con las realidades del sector cultural local.

La reacción del alcalde de Tunja fue igualmente preocupante. En lugar de asumir responsabilidad o, al menos, mostrar empatía por las críticas que se le estaban realizando, intentó evadirlas de manera despectiva. Le preguntó al consejero cultural qué es lo que querían escuchar, como si las denuncias sobre la mala gestión del Aguinaldo Boyacense fueran simples exigencias sin fundamento. Cuando las críticas siguieron acumulándose y se vio acorralado, el alcalde optó por abandonar la reunión, dejando en claro su falta de voluntad para abordar los problemas reales del sector cultural. Este acto no solo mostró una falta de respeto por los ciudadanos y los artistas presentes, sino también una total carencia de liderazgo y capacidad para solucionar los problemas que afectan a Tunja.

La actitud de Jorge Espíndola Suárez, por su parte, es aún más grave. Su actitud pasiva durante toda la reunión no solo refleja su desconexión total con las necesidades del sector cultural, sino que lo convierte en un cómplice directo de las injusticias que se denuncian constantemente. El hecho de que el secretario de cultura no haya hecho nada para frenar las irregularidades, ni siquiera para defender los derechos de los artistas, plantea serias dudas sobre su compromiso y capacidad para gestionar la cultura en Tunja. La falta de transparencia, de gestión eficaz y de voluntad política por parte de la administración municipal ha provocado que muchos actores culturales se sientan abandonados y desprotegidos.

Tunja, una ciudad con una rica tradición cultural, necesita un cambio urgente en la administración cultural. Los artistas, gestores culturales y ciudadanos en general merecen un liderazgo que los escuche, que los respete y que trabaje para mejorar las condiciones en las que se desarrollan las actividades culturales. Jorge Espíndola Suárez debería reconsiderar su postura y su rol como secretario de cultura, ya que su actitud y su inacción solo contribuyen a perpetuar una situación insostenible para el sector. Si no está dispuesto a defender a los artistas ni a impulsar políticas culturales que beneficien a la comunidad, tal vez sea hora de que se dé un paso al costado y deje lugar a alguien que realmente se preocupe por el bienestar de la cultura en Tunja.


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