La indolencia de las personas ante calamidades como los accidentes de tránsito es un fenómeno inquietante y alarmante. Vivimos en una era donde la tecnología nos ha permitido estar conectados y al tanto de todo lo que ocurre a nuestro alrededor, sin embargo, esta misma conectividad parece haber erosionado nuestra capacidad de empatizar y actuar con humanidad frente al dolor ajeno. Cada día, las redes sociales se llenan de imágenes y videos de accidentes, muchas veces capturados y compartidos sin el menor atisbo de compasión por las víctimas.
Es doloroso observar cómo, en lugar de prestar ayuda o llamar a los servicios de emergencia, muchas personas optan por grabar la escena con sus teléfonos móviles, como si la tragedia ajena fuera un espectáculo más. Esta conducta refleja una preocupante desensibilización y una falta de responsabilidad cívica. La urgencia por conseguir la mayor cantidad de «likes» y «shares» ha reemplazado el instinto de socorrer a los necesitados.
Es imprescindible reflexionar sobre esta indolencia y trabajar para recuperar nuestra humanidad. La educación y la sensibilización son claves para fomentar una cultura de empatía y solidaridad. No podemos permitir que la indiferencia se convierta en la norma. Ante una tragedia, debemos recordar que lo primero es la vida y la dignidad de las personas, no el sensacionalismo.
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