El crecimiento del uso de redes sociales ha popularizado términos como green flags y red flags para describir comportamientos positivos o negativos dentro de una relación. Aunque estos conceptos pueden ayudar a muchas personas a identificar señales de bienestar o alerta en su vida afectiva, también han generado una tendencia a simplificar en exceso situaciones que, por naturaleza, son complejas.
Especialistas en psicología señalan que convertir conductas humanas en etiquetas binarias puede llevar a malinterpretaciones y expectativas poco realistas. No todo comportamiento “perfecto” garantiza una relación sana, ni todo gesto “incómodo” es necesariamente dañino. La tendencia a clasificar rápidamente suele responder a necesidades emocionales: reducir la incertidumbre, anticipar riesgos y sentir control sobre la relación.
Otro aspecto relevante es el rol de los creadores de contenido, que muchas veces sin formación profesional explican estas señales y moldean la percepción de millones de jóvenes. Esto puede trivializar ideas importantes sobre salud emocional y fomentar que las personas evalúen sus relaciones desde el juicio inmediato, en lugar de a partir del diálogo y la comprensión mutua.
En definitiva, aunque las green y red flags pueden servir como guía inicial, es fundamental recordar que cada relación tiene matices. La comunicación directa, la empatía y el contexto personal de cada pareja son elementos clave para interpretar adecuadamente cualquier comportamiento.




