Cómo explicarle al FIFA que amas que deje de hacer mansplaining

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er tu pareja, es un profesor autodidacta en absolutamente todo… o al menos eso cree él. Lo amas porque siempre llega con una sonrisa amplia, porque habla cantado, porque te trae bollo limpio sin que se lo pidas, y porque hasta en lo más cotidiano te hace sentir cuidada. Pero también es el mismo que, en medio de la charla, se mete a explicarte cosas que tú ya sabes… y de paso, hablarte del papa de Lucho dias.

Un día te explica cómo se pela una yuca (que tú pelas desde los 7 años), otro te detalla la historia del Carnaval de Barranquilla como si no hubieras bailado en la Batalla de Flores, y al siguiente te da un tutorial de cómo se fríe un pescado… mientras tú tienes la sartén en la mano. Y lo hace con ese tonito suave de “mi amor, mira, yo te digo cómo es” y con los ojos brillando, como si estuviera revelándote un secreto ancestral.

Estrategias costeño-friendly para mantener el amor y bajarle al mansplaining:

  1. El “gracias, amor”
    Antes de que empiece su cátedra, dile con picardía: “Gracias, papito, yo sabía que tú eras muy listo”. Eso lo va a dejar entre orgulloso y desconcertado.
  2. La clase de vuelta
    Después de que termine de explicarte cómo se amarra una hamaca, respóndele con una clase detallada sobre cómo se hace un buen arroz de coco… aunque él ya lo sepa. Termina con: “Pa’ que aprendas, amor”.
  3. El abrazo rompe-discurso
    Si ves que está tomando aire para arrancar, interrúmpelo con un abrazo y dile: “Ven, dame amor primero y luego cultura general”. La mitad de las veces, se le olvida el discurso.
  4. El dato inventado
    Suéltale algo como: “Tú sabes que en La Guajira hay más cabras que gente, ¿cierto? Eso lo dijiste tú el otro día”. La satisfacción de “enseñarte” será tanta que no buscará corregirte.
  5. El pacto de pareja
    Propón que, por cada explicación no solicitada que él te dé, tú le cuentas un chisme de la tía fulana con el mismo nivel de detalle. Equilibrio perfecto.

Porque al final…

Amar a tu FIFA es aceptar que, a veces, te va a narrar la vida con la misma pasión con la que narra lo que hizo el Dibu en la final del mundial. Pero también es saber que lo hace porque quiere compartir, porque le gusta sentirse parte de lo que haces y porque, en el fondo, piensa que enseñarte algo es otra forma de cuidarte.

Con un poco de paciencia, una pizca de ironía y mucho amor, puedes lograr que entienda que no siempre necesitas un profesor… a veces solo quieres a tu compañero, sentado a tu lado, escuchándote sin corregir.


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