En la mañana del 8 de julio de 2024, la cotidianidad del barrio Shepherd’s Bush en Londres fue el escenario de uno de los crímenes más macabros en la historia del Reino Unido. En el interior de un modesto apartamento, Yostin Andrés Mosquera, colombiano de 35 años y actor de cine para adultos, tejía los últimos hilos de un plan que parecía surgido de una mente perturbada. La pareja formada por Albert Alfonso, de 62 años, y Paul Longworth, de 71, ignoraba que la convivencia sexual y económica con Mosquera terminaría en tragedia.
Las cámaras de seguridad reconstruyeron las últimas horas antes del horror: a las 12:30 del mediodía, Mosquera cerró las cortinas del departamento. Se calcula que en ese lapso atacó a Longworth con un martillo, fracturándole el cráneo. El cuerpo quedó oculto en una cama diván, mientras Mosquera planeaba los pasos siguientes y manipulaba, con inquietante frialdad, la evidencia.
Esa noche, cuando Alfonso regresó tras su jornada laboral, la muerte ya rondaba su hogar. Lo que parecía un encuentro sexual ordinario, registrado por las cámaras de la habitación, se transformó en un brutal ataque: Mosquera lo apuñaló hasta 22 veces. El veredicto de la Corte de la Corona de Woolwich, que contempló los perturbadores videos y la desbordada sangre, fue inapelable: crimen calculado y atroz.
Lo que más impactó a jurados, prensa y fiscales no fue solo la violencia del asesinato, sino lo que vino después. Las imágenes judiciales revelaron a Mosquera, aún desnudo y con el cuerpo manchado de sangre, bailando y cantando en euforia macabra sobre la escena del crimen, una escena que dejó estupefactos a quienes debieron apreciarla por motivos del proceso judicial. De acuerdo con los registros financieros, minutos después, Mosquera accedió a las cuentas bancarias de una de sus víctimas y comenzó a retirar fondos, reforzando las sospechas sobre el móvil económico de los hechos.
El plan de ocultamiento fue tan meticuloso como cruel. Mosquera compró un congelador industrial para ocultar las cabezas de las víctimas y, en maletas, desmembró y transportó los restos. Ayudado por extraños contratados a través de anuncios, logró trasladar las macabras maletas hasta Bristol y se detuvo en el histórico puente de Clifton, con el objeto de deshacerse de ellas. Sin embargo, un ciclista, que circulaba por el lugar, alertó a los empleados del puente por la sangre que goteaba de una de las maletas. El rastro motivó la intervención de la policía y marcó el principio de una investigación exhaustiva.
La investigación de la policía metropolitana y las autoridades forenses aportó una hilera de pruebas contundentes: búsquedas inquietantes en Google sobre golpes mortales, congeladores y descomposición de cadáveres, junto a registros bancarios, imágenes de vigilancia y los crudos videos hallados en el ordenador de Alfonso. Testimonios en el tribunal detallaron la compleja relación de dominación y chantaje sexual, con Mosquera alegando haber sido explotado y humillado, motivo que la fiscalía siempre sostuvo fue parte de una estrategia de defensa hueca.
Atrapado finalmente en Bristol Temple Meads, Mosquera fue capturado sin que pudiera resistirse. Este lunes se conoció el veredicto de culpabilidad de Mosquera. El tiempo de la sentencia se dará a conocer dentro de tres meses.




