Colombia acelera: empleo alto, inflación baja y un reto fiscal que no debe frenar la marcha

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Decir que “la economía va bien” no es un eslogan: hoy puede sostenerse con cifras. En el último año, Colombia pasó de la desinflación a la reactivación, con un mercado laboral que marca mínimos de la década y un frente externo mucho más sano. Quedan retos, sobre todo fiscales, que no deben minimizarse, pero el balance macro reciente ofrece fundamentos reales para el optimismo.

Inflación en descenso y política monetaria entrando en fase de normalización.
La inflación anual bajó a 4,9 % en julio de 2025, su menor nivel desde 2021 y ya muy cerca del rango meta del Banco de la República (3 % ± 1 punto). Con ese telón de fondo, la tasa de política monetaria se ubica en 9,25 %, señal de que la autoridad monetaria transita de la contención a la normalización, creando condiciones para que el crédito y la inversión sigan recuperándose.

Empleo: mínimo reciente y mejora en la participación.
En junio de 2025, la tasa nacional de desempleo cayó a 8,6 %, es decir, 1,7 puntos porcentuales menos que un año antes, con aumentos en la participación y la ocupación. Es el mejor junio en años y se replica en las 13 principales áreas metropolitanas. La mejora no solo es de nivel, también hay más gente entrando al mercado y encontrando trabajo. El reto es elevar la calidad y formalidad de esos empleos, pero la dirección es inequívocamente positiva.

Crecimiento: de la pausa a la recuperación.
Tras un 2024 de expansión modesta, alrededor de 1,6–1,7 %, el PIB creció 2,7 % anual en el primer trimestre de 2025 y 0,8 % frente al trimestre previo. El empuje vino del consumo privado y de una inversión que volvió a terreno positivo, con avances notables en maquinaria y equipo. El comercio, el agro y el entretenimiento lideraron, mientras que la construcción y la minería aún rezagan. Es un patrón típico de salida de ciclo contractivo: primero consumo, luego inversión, con obras civiles llegando más tarde.

Sector externo: un giro saludable.
El talón de Aquiles de 2022, el déficit externo, se corrigió con fuerza. La cuenta corriente cerró 2024 en 1,8 % del PIB, el mejor registro en más de una década, y se mantuvo en 2,2 % del PIB en el primer trimestre de 2025. Este ajuste reduce la vulnerabilidad a choques de financiamiento y estabiliza el tipo de cambio. Aquí hay mérito de la demanda interna más prudente, mejores remesas y una canasta exportadora que, con todo y la debilidad minera, resiste.

Pobreza: retroceso importante en 2024.
La pobreza monetaria bajó a 31,8 % en 2024, es decir, 2,8 puntos porcentuales menos que en 2023. La pobreza extrema se redujo a 11,0 %, con una caída de 1,6 puntos, y el coeficiente de Gini pasó a 0,523, lo que representa una mejora de 0,019 puntos. La desinflación de alimentos, las transferencias y un mercado laboral más activo explican buena parte de este avance. El desafío es sostener la tendencia con empleos formales y de mayor productividad.

Entonces, ¿por qué se puede afirmar que la economía va bien?

En primer lugar, porque el ancla de precios volvió. La inflación bajando hacia la meta devuelve previsibilidad a hogares y empresas, y libera gradualmente la política monetaria. Eso reduce el costo financiero y mejora la confianza de inversión.
En segundo lugar, porque el mercado laboral acompaña. Un desempleo de 8,6 %, con mayor participación, no es un “efecto estadístico” sino expansión genuina de la ocupación. Con formalización, el impulso sobre ingreso disponible puede ser significativo.
En tercer lugar, porque el frente externo dejó de ser un riesgo sistémico. Un déficit de cuenta corriente de 1,8 % del PIB en 2024, frente a niveles superiores al 6 % en 2022, resta fragilidad y baja la prima de riesgo.
Finalmente, porque la actividad repunta. El 2,7 % anual del primer trimestre de 2025 ya supera las proyecciones de comienzos de año y muestra una demanda interna que se recompone.

Fortalezas de la coyuntura

La desinflación es firme y las expectativas están ancladas, lo que facilita la normalización monetaria sin perder credibilidad. El empleo se encuentra en máximos recientes, con más ocupados y mayor participación, condición necesaria para que baje la pobreza de forma sostenible. La cuenta corriente está saneada, con menor dependencia de financiamiento externo y mayor resiliencia. Además, la inversión está rebotando desde niveles bajos, con una formación bruta de capital que creció 8,3 % anual en el primer trimestre de 2025. La clave será convertir este rebote en tendencia.

Debilidades, y por qué no opacan el balance

El fisco está bajo presión. El déficit del Gobierno Nacional Central habría cerrado 2024 en 6,8 % del PIB y, para 2025, el Gobierno revisó su proyección hacia 7,1 %, activando la cláusula de escape y tensionando la regla fiscal. Fitch cambió la perspectiva de la calificación a negativa. Este es el punto débil de la macroeconomía y requiere un reanclaje creíble.
También hay sectores rezagados. La construcción y la minería siguen en terreno negativo, con efectos sobre empleo de baja y media calificación, así como sobre encadenamientos productivos.
Por último, la calidad del empleo es un desafío. Parte del dinamismo proviene del trabajo por cuenta propia, y la formalización avanza más lento que la ocupación.

Qué debería enfatizar el Gobierno para consolidar lo bueno

En primer lugar, debe reforzar la regla fiscal con un plan multianual que lleve el déficit primario a terreno positivo y estabilice la deuda sobre el PIB. Esto exige priorizar gasto social efectivo, recortes en funcionamiento, metas verificables y seguimiento independiente.
En segundo lugar, debe acelerar la ejecución de inversión pública con alto multiplicador económico, enfocando recursos en infraestructura 4G y 5G, vías urbanas y rurales, acueductos y transición energética, con cronogramas y avances públicos. El impulso privado ya dio señales, y el empuje estatal puede destrabar la construcción y sumar entre 0,3 y 0,5 puntos al PIB en el corto plazo.
En tercer lugar, urge avanzar en la formalización y productividad del empleo. Esto implica simplificar la tributación para micro y pequeñas empresas, reducir costos no salariales y priorizar compras públicas a proveedores formales, para que la mejora en el desempleo se traduzca en ingresos estables y mayor base contributiva.
En cuarto lugar, se requiere estabilidad regulatoria para atraer inversión extranjera directa y profundizar la reindustrialización. Esto pasa por señales claras en el sector energético, agilización de licencias y ventanillas únicas para inversiones en agroindustria, nearshoring y servicios basados en conocimiento.
Finalmente, la política monetaria y crediticia debe acompañar el crecimiento sin perder el ancla. Con inflación en 4–5 % y expectativas a la baja, hay espacio para que la tasa de interés siga normalizándose si la desinflación continúa, complementando con garantías parciales a créditos productivos para pymes.

Conclusión

La economía sí va bien en los frentes que más importan para el bolsillo de la gente: precios más contenidos, más empleo y una recuperación del crecimiento. Además, Colombia llega a 2025 con un déficit externo bajo, lo que la hace menos vulnerable a choques globales. El talón de Aquiles sigue siendo el frente fiscal, que exige decisiones serias. Si el Gobierno reancla las expectativas con una senda creíble de consolidación y acelera la inversión de alto impacto, el país puede sostener un crecimiento cercano al 3 %, con inflación en meta y reducción adicional de la pobreza en los próximos años. Ese es el camino para transformar los buenos datos de hoy en bienestar sostenible mañana.


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